La vida humana está peligrosamente en juego y pienso que si alguien tiene la posibilidad de hacer algo, de la manera más sencilla por salvarla, es la familia, originalmente concebida como célula básica de una sociedad.
La inconcebible pandemia que sorprendió al mundo hace ya casi dos años, llegó a dar lecciones a los que intentan descubrir lo mucho que no saben y a los muchos que creen saberlo todo y por tanto no necesitan oír nada más, esgrimiendo teorías fatalistas tales como: que lo que va a pasar va a pasar.
Al menos yo no se lo discuto. Pero considerando que la familia se compone de individuos, generalmente cuerdos y conscientes, entonces creo que hay una gran responsabilidad en eso que va a pasar cuando se trata de la pandemia de Covid-19.
La disyuntiva está en la conducta de cada sujeto, porque de ella depende lo que pase en sí mismo, en su familia y en la sociedad que integran.
No abundaré en el argumento, porque la realidad es evidente. La mayoría de los que hasta hoy hemos sobrevivido a la pandemia hemos tenido la dicha de no habernos topado con el virus, otros tuvieron la desdicha de contactarlo y salir aparentemente bien y agradecidos o no de la suerte.
Sin embargo hay quienes navegan en el descuido y otros que habiendo salido airosos de la mala pasada le tiran trompetillas a la dicha sin ningún reparo, como si no fueran ciertos aquellos que sin distinción nos abandonan lamentablemente cada día.
Entonces cabe preguntarse: es que acaso vamos a entregarlo todo a la indolencia?
Lo cierto es que hoy la mayor riqueza está en tener a la familia intacta y fuera del peligro.
Por eso en mi opinión, la familia tiene que tomarse más en serio para revisar las brechas por donde la Covid19 puede entrar a los hogares, y cumplir lo indicado por esos muchos que buscan explicación a lo que no saben, para entonces entre todos hacer que pase lo mejor de eso que tenga que pasar.
