

En los últimos meses, los medios de comunicación han realizado numerosos trabajos críticos sobre las indisciplinas sociales en tiempos de Coronavirus. La mayoría hacen alusión a violaciones del distanciamiento personal en colas, aglomeraciones innecesarias y mal uso del nasobuco. Un flagelo permanente que aún lacera nuestra sociedad, convirtiéndola en víctima de una pandemia que ha costado en Cuba más de 5 mil contagios y el deceso de más de cien pacientes.
Pero ¿Acaso las malas conductas suceden solo en las colas? Yo creo que no. En la actualidad luego de aproximadamente 6 meses de iniciada la epidemia de la COVID 19 todavía proliferan quienes no están apegados a las normas indicadas por el Ministerio de Salud Pública Cubano.
En San José de las Lajas, por ejemplo, muchas personas (jóvenes y adolescentes en su mayoría) aprovechan los horarios nocturnos para reunirse en grupos, escuchar música, jugar dominó, consumir bebidas alcohólicas y deambular por las calles sin mascarillas. Actitudes peligrosas que ponen en peligro la vida de todos.
En el sector del transporte también se necesita ser más enérgicos en el respeto a lo establecido. Es intolerante como algunos conductores de ómnibus no respetan las normas y sobrecargan las guaguas de pasajeros. Tampoco se preocupan por la utilización de las soluciones cloradas y el buen uso del nasobuco. Estas irregularidades también constituyen riesgos latentes y atentan contra el trabajo de las autoridades sanitarias.
No obstante a las críticas y medidas adoptadas para erradicar las indisciplinas sociales, aún falta mucho por hacer. Se demanda entonces un giro importante a la manera de asumir la prevención y el enfrentamiento a prácticas nocivas. Sin disciplina no es posible el éxito frente al SARS–CoV–2. Por tanto, cuando las normas no se cumplen consecuentemente, quiebra otros valores y conduce a resultados nefastos, lo perturba todo y puede acarrear efectos impredecibles.
No basta solo con las medidas de control, aplicaciones de multas y consejos a la población. Cada habitante de la isla tiene una cuota de responsabilidad en esta lucha permanente. De todos depende el futuro de la nación, la batalla es por la vida y la confianza es el enemigo más peligroso.

