El vuelo cósmico conjunto soviético-cubano

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Y pasaron ya 40 años. Cuba entera pareció entonces vivir un suceso casi de leyenda. En los días previos de la gesta en Playa Girón, el nombre de Yuri Gagarin se había inscrito para siempre en la memoria del mundo. Y hasta el final de sus días, fue un amigo querible. Cada capítulo de la conquista soviética del espacio sideral fue emocionalmente cercano para nosotros.

Pero aquel 18 de septiembre de 1980, el corazón del archipiélago rebelde se puso en órbita. El nombre del entonces teniente coronel Arnaldo Tamayo Méndez se convirtió en perennidad entrañable. Era la primera vez que un latinoamericano y caribeño realizaba semejante hazaña. Y durante ocho días consecutivos, el país entero vibró junto al hermano humilde en aquella experiencia de fundar un proyecto de trabajo en dirección a las estrellas.

Desde el punto de vista humano, el hecho guarda todavía un simbolismo enorme. De origen humildísimo en su Guantánamo natal, el devenido ícono de los cubanos era un muchacho huérfano que la ola revolucionaria transformó de limpiabotas en astronauta pionero de Nuestra América.

Fiel a la oralitura de estas tierras de lo real maravilloso, donde la palabra transitó a la creación escrituraria de la mano del realismo mágico, Arnaldo Tamayo Méndez tendría luego que registrar en libros su hermosa experiencia. Sorprende la empatía de la niñez de un tiempo muy posterior con el célebre vuelo, y que de alguna manera aparece limpia, honesta y entrañable en unas páginas que tal vez el autor jamás imaginó escribir.

La entonces Unión Soviética lo declaró Héroe. Y le entregó la Orden Lenin, el nombre del líder de los bolcheviques que tan profundamente estudió la suerte de emancipación de los pueblos emergentes del planeta. Tamayo Méndez y su compañero de vuelo, Yuri Romanenko, fueron recibidos en Cuba en medio de una euforia colectiva que ninguna voltereta política ulterior jamás pudo apagar.

Fueron ellos los primeros en recibir la medalla honorífica de Héroe de la República de Cuba, en una ceremonia puramente emotiva con la participación del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Jamás olvidaré la lágrima ardiente de José Armando López Falcón, el otro cubano que recibió idéntica preparación para viajar al cosmos, cuyo nombre Arnaldo Tamayo Méndez menciona a cada rato, pero que lamentablemente casi se desconoce.

En las memorias del cosmonauta y en textos de la Academia de Ciencias, se halla el tenso programa de investigaciones científicas, en los órdenes psicológico, médico-biológico, y tecnológico, que la expedición soviético-cubana cumplió en el espacio durante ocho días.

Como se sabe, eran originalmente más de 40 experimentos, pero por cuestiones de peso y de centraje de la Soyuz-38 durante el despegue, solamente pudieron hacerse 21. Cinco kilogramos de objetos simbólicos fueron al cosmos, que hoy aparecen en las muestras expositivas de varios museos del país.

Fue particularmente extensa la bitácora de aquel viaje conjunto soviético-cubano de septiembre de 1980. Los protagonistas de la proeza conservan una memoria prodigiosa y una capacidad laboral, que tal vez confirme más de una teoría sobre la influencia de la ingravidez en la conducta humana. Tal vez aún falta por exponer en el ensayo cada detalle de aquella aventura científica de hace 40 años, cuando la emoción de millones de cubanos estuvo más cerca del Sol.

 

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