La canción de Silvio a la memoria de Ignacio Agramonte

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Poesía y canción se ocupan de la resurrección de los próceres en el alma de millones. Desde Pablo Neruda, El Libertador se levanta en palabra de combate: “Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo”. Y desde Silvio Rodríguez, El Mayor resucitó de sus heridas a la distancia de ese tiempo notable, en idéntica disposición de cargar por la libertad y por la justicia.

La famosa canción de Silvio a la memoria de Ignacio Agramonte, nació precisamente en el centenario de su caída en combate en los potreros de Jimaguayú el 11 de mayo de 1873. Ahora parece una música que recorrió un camino expedito y sin obstáculos, de poco trámite, pero no fue así.

Eran los años que después serían conocidos como el Quinquenio Gris, la célebre denominación del ensayista e intelectual cubano Ambrosio Fornet. El autor ya había pasado su prueba a bordo del buque Playa Girón, tras las incomprensiones de funcionarios del ICRT, las horas de la censura en los medios de difusión. Cantar El Mayor en el acto central en Camagüey, parecía un milagro del más acendrado realismo mágico.

Sería justo reconocer que la canción se inscribe en la más límpida lealtad del creador, independientemente de choques y de injusticias. En la historia de Cuba hay más de un caso. El Padre Carlos Manuel de Céspedes cayó solo y abandonado, y jamás abjuró de su causa. Y Mella, incomprendido por sus compañeros, víctima de intrigas en Moscú de sus camaradas de ruta, nunca renunció a sus principios y murió por la Revolución, como él mismo dijo, abatido en plena calle, en una fría noche de enero en México.

Silvio Rodríguez traía consigo el morral de la obra social y humana de su pueblo, como también el compromiso con la heroína Haydée Santamaría, con el mester en el ICAIC, presidido entonces por Alfredo Guevara. La canción El Mayor reúne, pues, la constancia transparente del creador que no comulga con la apostasía ni con el oportunismo.

El más grande tributo de la Nueva Canción a la memoria de Ignacio Agramonte, no solo implica la obra ciertamente inmensa, la pieza modélica para el estudio morfológico, para establecer actancias estéticas, para reencontrarnos con el heroísmo de los padres fundadores de la Patria. Ahí están los compases de las mejores alturas, del calado hermoso de la ética que anima al autor, inspirado en las dimensiones del héroe que resucita cien años después.

 

 

 

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