Hacia dónde mirar que pueda escribir. Como anudar palabras que tinten este tiempo complejo y dejen tatuado en el pensamiento la maravilla que se desea, que merecemos.
Corre octubre, y con él un año que va cerrando sus días, un año intenso, de altas temperaturas, de inflación, crisis que nos lleva al trote, carencias, precios extremadamente altos, apagones, éxodo y a la par, la voluntad de hombres y mujeres que creen en su razón y por ella perseveran.
Cuba en el centro de la diana, a diario en disímiles voces que la repudian o por el contrario la alaban y respetan; en este mundo desigual, debían sembrarse para la eternidad la paz, la armonía, el respeto a la diferencia, el amor; pero no es así, la guerra y el odio merodean cualquier espacio.
La mayor de las Antillas, esa tierra que una lleva en las venas, por la que siente e intenta cada día hacer lo mejor para que fructifique la maravilla, respira y abraza a sus hijos, en ella va la esperanza del buen hacer con todos y para el bien de todos.
Lloviznas marcan este miércoles otoñal, en el que como de costumbre niños y niñas desde bien temprano llegaron a sus escuelas, quienes a diario buscan el pan regresan con él o deben volver porque aún no está, mientras la vida continúa en San José de las Lajas, donde aún cuando habitan los grises no falta el colorido que va en el alma, ese que muestra galas del buen humor.
Al trabajo unos, a la universidad otros, al día a día que acentúa que somos altruistas, que podemos pasar las de Caín, como dice el dicho, pero, aún así, no dejamos de tejer sueños, de sentir el problema ajeno como propio, de bailar, reír, hacer un chiste, de marcar en la cola, en ocasiones sin saber para qué es, porque somos mucho más que dos, somos pueblo.
Hacia dónde mirar para escribir, pues al alma, a las ideas, al sentimiento, a la convicción de que podemos triunfar, porque lo que no tenemos es talento para la tristeza ni para la derrota.