El Quijote moral que aún inspira contra imposibles y gigantes

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Cada acción de Fidel se conecta con la inspiración teórica que vibra en la fundación de lo cubano. En Félix Varela aparece el reclamo de pensar, que trasciende en el conocido concepto de Revolución del Comandante en Jefe, donde se aclara que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.

Su amigo, el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, recordaba que Fidel no concebía una sola idea que no fuera descomunal. En verdad, rompió dogmas que parecían inamovibles por el peso de siglos. Siempre se creyó que las revoluciones se hacen con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército. En las montañas del Oriente cubano, se transpuso en concepto la guerra asimétrica a la manera de un David redivivo.

La expedición de solamente 82 hombres a bordo del yate Granma, para enfrentar a decenas de miles de soldados, apoyados por artillería, tanques y aviación, abastecidos por la más poderosa potencia económica y militar de la historia, descansa en una idea demasiado grande. Reiniciar la lucha tras la sorpresa en Alegría de Pío, con siete fusiles, teje un hilo conductor con la decisión de encarar el acoso de los Estados Unidos en su mismo escenario geopolítico.

En un duro debate en la Cumbre Iberoamericana de Panamá en el 2000, recordó que ante la internacionalización del bloqueo, Cuba ripostó con la globalización de la guerrilla. La solidaridad de la Revolución, desde la percepción del Comandante, incidía en la propia defensa del país.

A cada rato, se repite que Cuba se quedó sola tras la caída del socialismo en Europa del Este y la desintegración de la Unión Soviética. El dato no es exacto. Desde mucho antes, ante el peligro de una invasión inminente, la dirección del Estado multinacional había dejado claro que jamás combatiría en este escenario por nuestra defensa.

Fue el origen del Caso Pandora. Todo se mantuvo en un absoluto secreto. Pero por orientaciones de Fidel, se programaron visitas de delegaciones militares soviéticas, con el único objetivo de hacerle creer al enemigo la concertación de un frente unido de combate. Ante la posibilidad de un choque con las fuerzas armadas de la entonces superpotencia euroasiática, los halcones de la ultraderecha yanqui archivaron el plan de guerra contra Cuba.

Fidel fue capaz de cambiar más de una vez las actancias de la historia, sin violar un solo principio. La propaganda enemiga lo presentó siempre como un satélite de los soviéticos. En virtud de la denominada coexistencia pacífica, la URSS era reacia a intervenir en sucesos que molestaran a los Estados Unidos. La acción de Cuba en África, no solo involucró a los soviéticos en el conflicto alrededor de Angola, sino que la defensa de su soberanía devino detonante de la desaparición del apartheid.

El enemigo no logró asesinarlo en las tantas celadas que tramó. A pesar de la perfidia terrorista de los Estados Unidos, el Comandante jamás comulgó con el magnicidio ni con las ejecuciones extrajudiciales. Aunque la Revolución cuenta con capacidad operacional para hacerlo, nunca se manchó con la sangre de uno solo de los mercenarios al servicio del imperio.

Por ahí circula incluso un hecho revelador. La inteligencia cubana conoció en su momento de un plan para asesinar al entonces presidente Ronald Reagan en territorio norteamericano. Fidel indicó que se informara inmediatamente al gobierno de los Estados Unidos, sin que importara que el mandatario yanqui fuera un adversario contumaz de Cuba, cuyo Programa de Santa Fe contemplaba un ataque devastador contra el archipiélago rebelde.

Ninguna calumnia pudo linchar a Fidel en la obra de las ideas. Nadie, ni siquiera sus adversarios, pudieron sustraerse de su encanto personal. El 13 de agosto de 1926 resulta un viernes sacro en la liturgia revolucionaria del mundo. La fecha subraya el legado inmenso de un Quijote moral, que aún inspira contra imposibles y gigantes.

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