El Primer Ministro Fidel

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Desde el advenimiento de la victoria en enero de 1959, el Líder de la Revolución advirtió a su pueblo que en lo adelante todo sería más difícil. ¿Cómo articular la gobernabilidad por los humildes, pero sin el lastre del caudillismo, acendrado históricamente en el folklore latinoamericano y caribeño? Nombrado desde el principio Comandante en Jefe de las fuerzas terrestres, de mar y de aire, con un enorme prestigio, Fidel no se mostraba interesado en ocupar cargos en la dirección del país.

No debe de haber sido una decisión fácil asumir el 16 de febrero de 1959 la responsabilidad de Primer Ministro. La tarea de realizar una obra social y humana, por sí sola, era descomunal. Pero ya comenzaban las campañas calumniosas desde los Estados Unidos, sobre todo en torno a los criminales de guerra que comparecían entonces ante la justicia revolucionaria.

Aún resuena el famoso juicio contra Sosa Blanco, un alto oficial batistiano culpable de numerosos crímenes. ¿Qué pasa si Sosa pasa?, fue un exergo de impunidad en su itinerario de muerte. Todavía se cree que se incurrió en un error de forma juzgarlo en un coliseo de La Habana. En su discurso de investidura de aquel día, Fidel no se desentendió de ese capítulo.

No debe olvidarse que, por aquellos días, el enemigo azuzaba a familiares y a amigos de los asesinos a crear desórdenes para impedir el trabajo de los tribunales. La autoridad del nuevo Primer Ministro, evitó la probable reacción de los deudos cercanos de las víctimas de la tiranía.

Allí, por cierto, se verificaba otra página del azar concurrente del que hablaba Lezama. Todavía no era el tiempo de la famosa amistad de Fidel y Gabriel García Márquez. El colombiano estaba en la nómina de periodistas que asistieron al juicio contra el general genocida. Años más tarde, confesaría que aquel momento en que se anunciaba la sentencia, sería la génesis de la novela El otoño del patriarca. La pieza monumental fue una y otra vez razón de reencuentro del líder cubano con el boom literario de esta parte del mundo.

Fundador de una revolución diferente, el Comandante de Cuba contrarrestó con su encanto aquellas prácticas del poder que malograron tantos proyectos emancipadores por estas tierras. La preocupación de Martí al organizar la Guerra Necesaria, con un lugar memorable en la reunión de La Mejorana, inspiraba sin falta al Primer Ministro en febrero de 1959.

Y aquella idea del Apóstol, descrita por Enrique Collazo, la obsesión de hacer conversiones, se encontraba inequívocamente en la praxis congregante de Fidel. Por lo que parece, pretendió recuperar para la empresa numerosa de los cubanos al Primer Ministro saliente, el abogado José Miró Cardona, quien terminaría por romper sus vínculos con el Gobierno Revolucionario, para incorporarse al proyecto invasor yanqui de abril de 1961 por Playa Girón.

Desde el nombramiento de Fidel en el cargo en febrero de 1959, la Revolución definitivamente echó su suerte por los pobres, se radicalizó, y cumplió la palabra empeñada en el Moncada. Y se escribió una historia que remontó fronteras y los surcos del tiempo, y que aún identifica a Cuba con la más límpida y valerosa epopeya de la contemporaneidad.

 

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