En más de cien países, se festeja el Día Internacional del Estudiante. Como ocurre tantas veces en la historia, la conmemoración de un suceso trágico se transpone en celebración. Pero el mejor tributo pasará siempre por la obra de pensamiento, por la necesidad de investigar, de conocer, de socializar.
En muchas partes del mundo, por ejemplo, son habituales los estudios de la jerga estudiantil. En el caso de Cuba, recuerdo muy puntualmente la investigación de la doctora en Ciencias Lingüísticas Aurora Camacho Barreiro, que luego formaría parte del Diccionario del Español en Cuba, no suficientemente conocido.
En declaraciones recientes, ella misma admitió que el paso de los años puede desfasar cualquier resultado. ¿A qué se debe eso? Bueno, distintos autores coinciden en “la naturaleza cambiante del grupo”. Es decir, en cuatro u ocho años, la integración desaparece y se deja de utilizar la jerga. Algunos términos se mantienen, aparecen otros nuevos, en un proceso innovador permanente.
El glosario de la reconocida investigadora cubana ya mencionada, resulta realmente acucioso. Ahí está, por ejemplo, la frase “comerse la guásima”, que en mi tierra natal significa fugarse de la escuela, aunque también se aplica a la inasistencia injustificada a clases. Y por lo visto todavía funciona y hasta mantiene utilidad comunicacional más allá del entorno estudiantil, aunque su uso no alcance un ámbito geográfico extenso.
En numerosas fuentes, se apuntan conexiones de la jerga estudiantil con el argot delincuencial. Los autores lo atribuyen a la idea de encriptar, de evitar que ciertos temas trasciendan. Entre estudiantes, alguna que otra vez, acontecen bromas a la manera del rosarigasino, una jerga carcelaria argentina, que suscitó el conocido filme del director sudamericano Rodrigo Grande.
Pasa el tiempo, llegaron otras generaciones, pero todo el mundo entiende qué es aprobar por los pelos el chícharo que tiró el profe, aunque sus clases fueran un tabaco. Y que nadie pudo sacar chivo alguno, ante su atenta mirada. Y que la mejor nota fue para el cerebrito del aula.
Constituye una necesidad establecer un monitoreo permanente de la jerga estudiantil en Cuba. Cada generación se parece ciertamente a su tiempo. Sería pertinente saber si a la vera del proceso civilizatorio informático, está vivo el reclamo de filtrar un mazo, de afinar la ortografía, de definir “hombre con arrastre”, como denominaban las muchachas al joven atractivo con hijos.
La Unión Internacional de Estudiantes (IUS, por sus siglas en inglés), fijó un día para el recuento por la memoria heroica. Aquella idea del Apóstol sobre el estudiante como baluarte de la Libertad, tiende un puente hacia la empresa imprescindible de descubrir razones desde la edad del sueño. Y siempre será hermoso comprender cómo oficia entre estudiantes el milagro humano de la palabra.