Este no es un día cualquiera, aunque todos los días deberían tener un poco de la magia signada al 14 de febrero, Día de San Valentín, del amor y la amistad.
Hay tanto que hurgar en las maneras de hacer la vida más bella, que bastaría la defensa absoluta del sentimiento más universal: el amor y de ese valor imprescindible que es la amistad.
Quien ama tiene la fuerza para enfrentar lo adverso, el amor fortalece, renueva, anima, inspira; quien ama comprende, escucha, es leal en todas las circunstancias.
Representado a través de imágenes devenidas símbolos románticos, como los corazones rojos, las rosas o Cupido, cada 14 de febrero, constituye un alto en nuestras vidas donde acostumbramos a felicitar y a ratificar a quienes amamos, que es para siempre.
La amistad, por su parte es inmensa, al decir del filósofo y escritor indio Rabindranath Tagore “La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.”
La amistad es un afecto personal, puro y desinteresado compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato; cuando se tiene amigos, se tiene a buen recaudo un preciado tesoro
Como expresó José Martí, la amistad es tan hermosa como el amor: “es el amor mismo”; y realmente quien tiene amigos ama, porque en ellos encontrará siempre el refugio a inquietudes, la escucha a preocupaciones y la voluntad de estar presentes en los mejores y menos buenos momentos de la vida.
La universalidad del amor también es evidente en el arte donde se aprecian las capacidades expresivas y percepción del amor, de ello dan fe obras trascendentales que visibilizan la naturaleza, fuerza, belleza y pasión asociadas al más universal sentimiento.
La pintura “Los amantes”, de René Magritte, la escultura “El beso” de Auguste Rodin, “El nacimiento de Venus” de Sandro Botticelli, y “El beso” de Pablo Picasso muestran de manera sublime el amor.
Cuando hablamos de la amistad, hacemos referencia al sentimiento convenido con otra persona, donde han de habitar confianza, amor y respeto. La amistad se da en distintas etapas de la vida y en diferentes grados de importancia y trascendencia.
Para bien, soy de las afortunadas que tiene buenos amigos y amigas, algunos llegaron en la infancia, otros después, pero todos, y cada uno lo sabe, están en mi corazón, en mi memoria y me permiten sentirme una persona feliz y agradecida, porque quien ama y es amado, sabe que la vida es bella.