Educar, misión posible desde el amor y la vocación

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«La enseñanza, ¿quién no lo sabe?, es ante todo una obra de infinito amor». De esa manera describió el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, el hacer de los educadores, la entrega sin límites a una profesión que demanda ese sentimiento universal y la voluntad infinita de fraguar el bien en un pacto constante con la virtud.

Este día, el día de los educadores cubanos, se inscribió en la historia por la trascendencia de un hecho que hace 63 años develó a Cuba como el primer territorio de América libre de analfabetismo.

Desde entonces la fecha resulta oportuna para reconocer a quienes asumen el magisterio como un sacerdocio y disponen en su labor el esmero, la responsabilidad y el máximo rigor para la formación de las nuevas generaciones.

Se trata de una profesión que requiere de personas ante todo sensibles, capaces no solo de impartir determinadas asignaturas, sino de forjar a mejores individuos, de aportarles enseñanzas que acompañen toda la vida; se trata de arropar con valores, desde el ejemplo mismo.

La historia abriga en sus páginas a maestros que legaron a la posteridad un camino de luz como paradigmas de sabiduría, bondad y voluntad infinita de cultivar el bien, de formar a mejores seres humanos.

Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive, grandes maestros, llegan hasta nuestros días y desde su impronta animan a salvar espacios, a tomar con pasión las riendas de la enseñanza, desde el alma, desde la vocación y el compromiso con el presente y el futuro de la patria.

” Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo.” expresó desde otro siglo José de la Luz y Caballero, y de eso se trata porque en esa esencia está el arte de fraguar la maravilla, esa que el tiempo mostrará a través de los egresados, devenidos mejores personas y plenos en sus profesiones u oficios.

Este día, más allá de la felicitación a quienes ostentan la inmensa responsabilidad de educar va el reconocimiento a todos los que ejercieron el magisterio, a los que entregaron la mayor parte de su vida a esta profesión y merecen todo el respeto y admiración.

Valga el homenaje a quienes insisten en defender en tiempos difíciles el arte de educar, a quienes precisan del aula y de los alumnos porque siempre es vital despertar la esperanza y multiplicar el amor, porque siempre se puede hacer por el bien.

 

 

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