No porque lo diga yo, eso se dice de Cuba y viene casi de la época de Ñañá Seré. De esta tierra siempre se habla de su belleza, alegría de su gente, música, buenos rones y tabacos y del coraje de sus hijos.
Y realmente Cuba es bella, muy femenina esta isla mayor de las Antillas, cautivadora, sensual, alegre y sobre todo, soberana. Sus llanos y montañas han servido de inspiración a poetas, cantores y diestros en la pintura. Su encanto da cuentas desde que el genovés Cristóbal Colón pisó suelo cubano por vez primera: ¡Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos han visto!. Y no se equivocó.
La alegría es propia de los nacidos en esta tierra, tal es así que los chistes se inspiran hasta en nuestros propios infortunios. Aun ante la más impredecible tempestad emerge la ocurrencia, esa que tinta con muy buen humor la cotidianidad.
La música es como si se llevara en la sangre. Basta solo un acorde y se tararea, pero si se trata de esas piezas que no comulgan con la quietud al instante el baile deja su huella, porque en eso de “echar un pie” somos los primeros.
Cuba, tierra amada por muchos, admirada por millones de seres humanos en el mundo, odiada también por algunos, ambicionada por otros, cuestionada por tantísimos es una nación de paz, por alcanzarla dieron sus vidas cubanos y cubanas que ofrendaron lo mejor de sí aferrados a un ideal: la soberanía que nos arropa.
Es imposible desconocer cuánto se ha logrado durante estos 62 años, como también es imposible negar que han existido desaciertos, pero corresponde a los de aquí buscarle solución, corresponde la unidad de acción para alcanzar más claridad en este camino no exento de obstáculos, y de bloqueo que tanto hostiga y asfixia.
Cuba vive y vivirá porque es el mejor sentimiento que pueda expresar un ser humano de bien. Cuba renace cada día si juntamos talento y garras para hacer de cada jornada la más óptima. Cuba, tierra de buena música, rines y tabacos, de paisajes cautivadores es también historia.
La historia de Cuba abriga en sus páginas el valor de sus hijos, de los que lucharon por su libertad, de los que no desisten y continúan hoy la lucha por la vida desde la investigación, desde todos los órdenes en que decoro y amor se unen para salvar la esperanza.
Que nadie se equivoque. El odio por mayor disfraz que vista no podrá confundir la magnitud de esta isla. Que andamos con mil y un problemas a cuesta por resolver y nos abruman es verdad pero, lo que no nos falta, lo que nos regocija es la paz que nos arropa y esa no queremos perderla.
No porque lo diga yo, esto viene desde la época de Ñaña Seré. Esta tierra parió guerreros con corazón bendito y alma justa e ideas de manantial, esenciales para aferrarse a la victoria, porque “en eso de perder, ni a las escupías.”