Para la esperanza del mundo, este 15 de noviembre tiene una connotación diferente. Los sueños recobran sus colores. Se tornan más alegres las calles luego de tanta soledad por el aislamiento social impuesto por la peligrosa pandemia.
Vuelve la mochila a llenarse de libros. Empieza la dinámica mañanera tan agitada para las familias cubanas. Atrás queda la quietud de la vida.
Los niños y niñas, adolescentes y jóvenes se reencuentran para darse el abrazo que quedó trunco, para reconocerse después de tanto tiempo si verse, sin saber unos de otros. Los padres quedamos con esa sensación TRILCE, como dijo el poeta peruano César Vallejo; experimentamos la tristeza de no tenerlos en casa, a nuestra guarda y cuidado todo el tiempo; pero sabemos que es necesario aprender, porque como dijo nuestro José Martí: “Ser cultos es el único modo de ser libres”.
Para los maestros, quienes no han cesado de trabajar durante todo este tiempo, este 15 de noviembre será también distinto. Reciben la alegría y el cariño de sus educandos. Comienzan a materializar proyectos para que este reinicio del curso escolar sea provechoso, amén de los contratiempos que han afectado a tantas familias.
La satisfacción de este tiempo radica en regresar a las aulas seguros, saludables, con dosis de amor y esperanza en el corazón de cada cubano y una huella en el brazo que certifica el talento y profesionalidad de nuestros científicos y profesionales de la salud.
Este 15 de noviembre supone consagración, disciplina, esfuerzo de maestros, padres e hijos. En tanto, agradecemos a los profesores que a través de las teleclases, hicieron de cada hogar una escuela.
Para la maravillosa edad de oro, vuelve el entusiasmo, la congregación, la fiesta colectiva. Este 15 de noviembre nos regresa al maestro y al apóstol nacional cuando afirmó que “Una escuela es una fragua de espíritus”.