Chávez no deja de ser inspiración

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Antes de ser la gran esperanza de Nuestra América, Hugo Rafael Chávez Frías fue un entusiasta jugador de béisbol. El heroísmo redivivo de Bolívar probablemente comenzó la campaña admirable en una disciplina ecuménica, de numeroso contenido del mundo, pero con una curiosa coincidencia con el juego arahuaco de batos.

Tal vez alguna percepción antropológica afirme un día que el Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, ejercitó herramientas de lucha en la práctica de la pelota de alto contenido identitario. Nadie duda que ese deporte, supone una confrontación de posicionamientos donde la fuerza y la inteligencia cobran un equilibrio ejemplar. En una tribuna histórica de oralidad múltiple, Fidel dijo que para cerrar él trataría de envasarse con un toquecito de bola por tercera. Y en las criptas de la revolución, Chávez demostraría ser un buen discípulo. En eso de lanzar iniciativas, de impulsar proyectos, son pródigos los números del formidable capitán del bravo pueblo de Venezuela.

Y era zurdo ese Chávez que apostó a la continuidad del sueño de El Libertador. No es el brazo equivocado en el béisbol. Por esas razones acaso misteriosas de la Física y de la energía cinética, quien lance efectivamente con esa mano logra milagros de digno registro en las estadísticas. Como abridor o como relevo, este Hugo de portento debió de ser contrincante complicado. En la tarea tremenda de echarse luego un país a sus espaldas, el pitcher de los comandos paracaidistas venezolanos transpuso a la obra aquella cualidad que lo caracterizarían en el terreno: disciplina, constancia, vehemencia, lealtad, y la enorme fe en la victoria.

Y la propia condición de trazar la cotidianidad con la mano izquierda, confiere al bateador un paso adelantado en relación con los diestros. Era ciertamente una característica de Hugo Rafael Chávez Frías tener constantemente a su favor esa distancia en la línea adelantada de la epopeya por vivir.

A la hora de ser el manager de millones, sorprendió más de una vez con jugadas audaces, limpias como inesperadas, como aquella vez en que sus adversarios intentaron usar a la histórica inmigración colombiana contra el proceso bolivariano, y respondió concediéndoles cédula venezolana a sus hermanos nacidos del otro lado de la frontera.

Aún se le extraña en los terrenos, pero Chávez no deja de ser inspiración en esta empresa donde a la usanza beisbolera, tantos y tantos nos jugamos nuestro propio destino.

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