Aprender haciendo: el cine, la escuela

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Aquel inolvidable lunes, como para refrendar otro amanecer del magisterio, el Comandante en Jefe auguró eterna vida a la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Dijo entonces que en tanto existiera la Revolución, habría razones para perdurar. El paso del tiempo vuelve a confirmar la obra útil, apta para vivir a pesar de las mareas y los vientos.

Parece un hecho reciente, se cierra el ciclo notable en términos matemáticos de 35 años. No están físicamente algunos de los padres fundadores. Eso duele, y hasta incluso pesa en el orden práctico. Fidel, Gabriel García Márquez, Julio García Espinosa, Fernando Birri, no dejan de ser inspiración, eso es cierto, pero aquella presencia corpórea, tangible, de gesta si se quiere, comienza a ser un poco de nostalgia entre quienes aman a la Escuela Internacional de Cine y Televisión.

Como proyecto principal de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, el centro nació el 15 de diciembre de 1986 con el propósito expreso de descubrir y cultivar el talento necesario para concebir la obra por la historia y por la emancipación de una familia de pueblos de este lado del Océano Atlántico. Desde el arte siete (número de símbolos y arcanos), cristaliza una empresa reunidora por la identidad de Nuestra América.

Pero la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, tenía que crecer en todos los sentidos. Y en ese tránsito por el alma del Sur, extendió reclamo, descubrimiento y mester por África y por Asia. Y en el mismísimo primer mundo, se integró en la vocación de conferir palabra a los sin voz, a transponer en imágenes y en trabajo interactivo a tanta gente hasta entonces no visibilizada. El proyecto de Fidel, de García Márquez, de Julio García Espinosa, de Fernando Birri, comenzó a ser asunto de todos los mundos, sin un solo margen para las exclusiones.

Desde su fundación, se concibió una auténtica familia, con sus problemas y con sus dificultades, pero una familia. Existe la condición de ser eiceteviano, por encima ya de cualquier variante lingüística o color cultural. Falta ahora reunir tantos capítulos dispersos por el planeta, como igualmente resulta indispensable hacer el museo.

Allí se conservan grabadoras y cámaras con las cuales se rodaron clásicos del cine contemporáneo. La urdimbre de los recuerdos trazó en sus muros con la mano generosa. Otro aniversario supone un compromiso con la memoria. Y sigue trascendiendo la Escuela, donde el taller es aula; el cineasta, profesor, y aprender haciendo el más hermoso principio.

 

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