El día fija una cifra notable para el Instituto Cubano de Radio y Televisión. Desde muy antes, el talento del país tendría caminos para encauzarse, pero la creación del ICRT devino frente aglutinador donde los proyectos se coordinan, se ponderan, se realizan en una perspectiva plural.
Independientemente de que cada ente integrado posee su naturaleza propia, que cumple su papel (o que pretende cumplirlo), el ICRT representa una articulación de funciones, de tareas, de proyectos de creación. Porque al margen de lunares y defectos, el organismo tiene en el mismísimo centro de sus contenidos una esencia de rigor estético, una misión estrictamente cultural.
Cada componente del ICRT dispensa un mensaje continuo de sensibilidad. En tanto en el mundo florece una industria del entretenimiento en función de pseudoculturas, la gestión mediática en Cuba busca una propuesta concebida desde las auténticas jerarquías artísticas.
No es una meta cumplida, ni mucho menos. Ser inconformes ante cualquier resultado, convierte en inacabable esta empresa. Creer que desandamos una ruta libre de frivolidades, sería crearnos un mundo demasiado irreal, y además constituiría una gran irresponsabilidad.
Tiene el ICRT un horizonte inédito por los sueños, como también una fuente extraordinaria en la escuela de conductores, locutores, directores, y realizadores, que heredamos de un viejo tiempo. Pasado y futuro sedimentan en un presente de compromiso con la verdad y con la sugerencia que instruye, que confiere placer, y que nos ajusta el rumbo con la justicia y con el amor.