Vocación y entrega

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De  gran satisfacción  me colmó la visita a la escuela especial Celia Sánchez  Manduley de San José de las Lajas, donde pude percibir la perseverancia y la ternura del claustro de profesores que allí ejercen su labor, sin dejarse vencer por las barreras que al azar colocó la vida en niñas,   niños  y adolescentes que como los demás sueñan e imaginan escaramuzas  pueriles.

Como bien precisan los expertos, la educación especial o Educación diferencial es aquella destinada a alumnos con necesidades educativas especiales debido a su superdotación intelectual o  bien a discapacidades   psíquicas, físicas o sensoriales.

La educación especial en sentido amplio comprende todas aquellas actuaciones encaminadas a compensar dichas necesidades, ya sea en centros ordinarios o específicos, por consiguiente, se necesita de mucho talento humano para suplir estas demandas y de herramientas efectivas que  solo conocen quienes se dedican a este tipo de enseñanza.

Al recorrer las aulas que conforman el inmueble pude intercambiar impresiones con algunos de los profesores y especialistas acerca de la concepción de la educación básica como un servicio que se presta a la ciudadanía para que alcance sus máximas potencialidades y por tanto en la obligación del sistema de proporcionar apoyos y medios técnicos y humanos para compensar los déficits del alumnado en el acceso a los aprendizajes básicos imprescindibles para afrontar la vida adulta.

El tema atrapó todo mi interés y de inmediato pude imaginar a  aquellos niños y adolescentes ya crecidos e incorporados de manera útil a la sociedad. Conmovida me sentí al reflexionar acerca de todo el apoyo que merecen y de lo comprometidos que estamos todos en propiciarles comprensión y afecto

Cada espacio de la escuela especial Celia Sánchez Manduley muestra el amor y la comprensión que el personal profesa por los educandos. En maestras y auxiliares percibí  paciencia y buen ánimo en ese empeño de cautivar y enseñar, de forjar la mejor obra, de contribuir a la correcta formación de niños, niñas y adolescentes necesidades educativas especiales.

Entonces di gracias por mis días, mis amigos, familiares, compañeros de trabajo y por todos aquellos con quienes la naturaleza ha sido benévola y los comparé de manera sutil con aquellos que adolecen de tantas facultades para enfrentar  su estancia en la tierra…creo que desde entonces me obligué a mí misma a crecerme y a ser mejor ser humano, que como dijera José Martí en a través de su  versión del  relato Meñique retomada en el libro La Edad de Oro:   “Ser bueno es el único modo de ser feliz “

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