Este tiempo a diario nos sorprende. Andamos con los sueños anudados en ese afán de convertirlos en realidad en algún momento, algún día, para ello avivamos la esperanza y no permitimos que escape, que vuele, como ahora vuelan otros.
Y la vida continúa, y nos sabe auténticos en eso de perseverar, de poner el chiste cuando alguien frunce el sueño, de animar al que flaquea, de traer los recuerdos donde quedaron estampados días de colores, cuando era posible comprar lo caro, cuando desconocíamos el nasobuco, nos abrazábamos con frecuencia y nos besábamos al encontrarnos, aunque el día anterior nos hubiéramos visto.
Este tiempo a diario nos sorprende. El éxodo no es invisible, la economía nos estruja el bolsillo, la billetera, el monedero. El bloqueo está ahí visible para unos y puesto en dudas por otros pero, daña, obstruye, asfixia.
Más, este tiempo difícil tatúa la historia. Inscribe en sus páginas la osadía de los que deciden echar raíces aquí, esos que apuestan porque germine la maravilla en medio de lo realmente adverso, esos que por encima de las manchas que pueda tener el Sol, buscan su luz y la agradecen.
Y pasa este día como otro cualquiera y descubres cuando va cayendo la tarde que el amor no teme a este tiempo, no cree en edades terceras y pugna contra el odio y los odiadores para hacerse más fuerte y así proteger la esperanza.
Y anda el amor marcando espacios, con la certeza de hacer suya operaciones matemáticas en las que prevalezcan la suma y multiplicación de buenas acciones, los valores siempre imprescindibles en todos los tiempos y en este, en el que como dice el trovador: no hacen falta alas para hacer un sueño…basta el buen sentido del amor inmenso
