Día del Libro Cubano

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No son únicamente 63 años la auténtica edad de la Imprenta Nacional. Ahora entiendo mejor el sentido de aquel soneto de Eliseo Diego: “Esta es la plenitud, el tiempo entero”, y que el trovador logró pergeñar en la canción. En el libro cubano se reúne sin falta la memoria humana, donde la historia se cuenta por miles de años. Y entre la prioridad y hasta un probable esnobismo, hemos concebido una colección en cada hogar que la dinámica estresante del cada día nos impide significar.

Pero la dramática emergencia epidemiológica cambió las reglas del reloj. No es del todo exacto que el mundo se haya detenido, pero una parte de él sí ha debido parar. Y la lectura viene a reiterar la validez universal del Maestro: “Los libros consuelan, calman, preparan, enriquecen y redimen”. Su palabra nos conecta con el justo valor del hogar en este minuto de difícil trance que por lo visto no tiene un final previsible: vivir el latido del mejor palacio, desde el significar el arte escriturario. Lezama, el cubano entero que vio una fiesta en la identidad de su pueblo, logró ya una vez conquistar saberes de soles y planetas desde la soledad de su casa y el andar asmático por cercanas calles no más.

Psicólogos, sociólogos, gente del acendrado pensamiento crítico, advierten de una posible depresión emocional ante una pandemia distendida que parece no acabar nunca. La alternativa bien pudiera estar en la historia. A cada rato vuelvo a la peste bubónica que en 1348 asoló a Florencia. Y del enclaustramiento de diez jóvenes en un templo nació el Decamerón, de Giovanni Boccaccio, que no solamente levantó autoestimas en aquel instante. Cambió el canon literario, rasgó tabúes, y hasta contribuyó a perfilar una lengua nueva.

En este reinterpretar los espacios de la casa, está la colección literaria que la cotidianidad de una Revolución de ideas, de la creación heroica en esta tierra real y maravillosa, casi sin darnos cuenta, nos ayudó a hacer.

El poeta Gilberto E. Rodríguez no se cansó de alertar que tanto lo bueno como lo malo del mundo, pasan despacio como el día. Es pertinente ajustarnos a ese tempo. Tras su experiencia guerrillera en el Congo, el Comandante Ernesto Guevara se concibió a sí mismo un proyecto de lecturas para sus horas de relativa calma.

La creación hace 63 años de la Imprenta Nacional, y la ulterior publicación del Quijote de Cervantes, reclaman en hermoso simbolismo romper entuertos desde el libro. A los científicos les debemos esa tenue luz que ya divisamos al final del túnel. Y en el umbral aguarda una Feria casi a manera de ensayo de vida. Ya veremos que al final de esta dura prueba seremos esencialmente otros.

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