La historia abraza una coincidencia que une en la eternidad a dos héroes, nacidos en diferentes siglos pero unidos en ideales.
Para esta fecha resurgen en el homenaje merecido siempre pero, cada 14 de junio vuelven a cabalgar y desde el pasado donde se hospedad advierten que no se puede ceder ni un tantito y que el decoro es esa línea pura que no se puede quebrar.
Llegan a este tiempo, a este batallar en que las ideas fértiles son imprescindibles para atestiguar que el camino elegido ha de estar cultivado con pasión y firmeza, que la unidad es esencia de la victoria.
Antonio Maceo Grajales es faro, en él anida la bravura, la dignidad plena, el amor por la tierra que lo vio nacer y por la que libró tantísimos combates, en el las heridas que surcaron su piel y dejaron para siempre la huella de la perseverancia de sus principios.
Ernesto Guevara de la Serna, para toda Cuba, “Che”, habita en ese ejemplo de luz, que lo supo presente en trabajos voluntarios, en faenas en industrias, en labores de construcción como uno más del pueblo que lo acogió como un hijo.
Este 14 de junio y todos los días, el mejor homenaje es ser mejores, capaces, leales, firmes, sencillos pero profundos en el hacer por el bien.
A los héroes más allá del discurso que les distingue, más allá de la inclusión en el mural o matutino ha de recordárseles siempre, por esas lecciones que representan su legado, por cuanto hicieron desde el amor por la esperanza, por la estirpe que los inmortaliza; el mejor tributo: seguir su huella.