Nereida, cuando pienso en usted y en nosotros (Radio Camoa), y en ese puente indestructible que hemos construido juntos, casi puedo tocar la imagen dibujada por Rumi, el sabio persa que dice: “…somos como botes flotando juntos; tus ojos son oscuros, pero estamos en agua clara….”
Oscuridad sin fin era todo lo que podía sentir hace exactamente un año atrás la mujer de 54 años de edad, Nereida García Díaz. Comenzó a ver borroso, luego, nada. Estudios, diagnósticos y hasta una cirugía la llevaron a confiar en la cura que nunca llegó.
Una vasculitis, fue el resultado definitivo de varios meses de batalla contra la ceguera que desde entonces intenta prohibirle a Nereida los colores, las formas, el brillo y la luz.
“Pero hoy puedo verlo todo en mi imaginación con la ayuda de Radio Camoa”, asegura ella. Entonces enumera los cambios que se forjan en su ciudad, los sitios nuevos que se crearon, los que se construyen y lo que falta por hacer.
Su lugar dentro de la casa es la cocina comedor que está separada de su habitación por una pared donde tiempo atrás construyeron un closet. Pegado al mismo, el sillón donde suele pasar casi todo el día.
Pero no está sola Nereida. A través de la división de concreto, su esposo Jesús taladró un agujero por donde cruza una extensión eléctrica que se enchufa a un reproductor donde sintoniza desde antes del amanecer su emisora amiga.
Con solo extender la mano izquierda enciende el equipo y entonces el sonido aclara su mirada y alienta la fe que a ratos se le extravía en el patio o se le esconde en el jardín. A la derecha, sobre una silla, el teléfono.
Nereida asegura que está aprendiendo a marcar solita los números que la conectan con la sala de transmisiones de Radio Camoa. También acierta casi siempre cuando desea encontrarse a través de la línea con el hijo médico o el menor, un buen muchacho trabajador que pasa casi todo el día fuera de casa.
Muy de siempre, Enlace, Órbita, son algunos de los programas que escucha con atención. Advierte que poco a poco aprende a ver a través del sonido, y entonces el mundo adquiere nuevos matices para inundar de luz sus ojos, su vida.
“Pero le tengo miedo a la calle. No quiero salir solo cuando Jesús me lleva en su bicitaxi a hacer alguna gestión. ¡Ah!, están a punto de entregarme una chequera”, me dice ilusionada esta mujer que trabajó durante más de tres décadas pero que debido a la enfermedad no alcanzó a jubilarse como soñó.
Mientras hablamos baja el volumen de la radio. La escucho emocionada y de vez en cuando pregunta si todavía estoy a su lado. Y es que reflexiono en silencio sobre su historia, que es también mi historia y la del colectivo de trabajadores de Radio Camoa.
El poder de la luz es más bien suyo y no nuestro, intento decirle, pero se me enredan las palabras misteriosamente, cuando repite que perdió las esperanzas de ver otra vez.
Nereida, recuerde que como dijo Rumi El ojo de Mar es una cosa y la espuma otra. Deja que la espuma vaya, y contempla con el ojo del Mar. Con esa sentencia quise consolarla, pero la frase quedó inerte en mi boca.
Quizás por esa razón, y porque la esperanza la habita sin que ella lo advierta en su justa dimensión, yo la sigo viendo cada vez que escribo, hablo y comparto desde el éter lo que acontece en San José de las Lajas.
Desde que la conozco intento crear algo diferente y mejor para continuar mereciendo la admiración de esta mujer iluminada, suerte de inspiración que nos alumbra, porque nos espera, nos siente, nos vive y nos ve.