Difícil sustraerse a los deseos de escribir desde que se hizo pública la muerte de Fidel. La noticia me impactó como la pérdida de un familiar o un ser muy querido y es que para los nacidos en Cuba después de 1959 eso es Fidel, un ser querido.
Los nacidos en esta Revolución saben de qué hablo, hablo de crecer disfrutando de todos los derechos a los que puede aspirar un ser humano y comprobar que eso lo tienes gracias a Fidel y fue así lo aprendí con la historia, con la vida, con la madurez y la formación de mi carácter, ese que también estuvo influenciado por las enseñanzas de las escuelas de mis maestros y de los libros y eso también fue gracias a él.
No necesité conocerlo para quererlo, a Fidel todo el mundo lo quiere, incluso los que no lo quieren lo admiran y es que así suele ser con los grandes hombres esos que pasan a la historia de la humanidad.
Y cómo no quererlo, de él sabía por los cuentos de mis abuelos y mis padres, por la escuela, por los maestros, por las noticias, por la misma historia diaria de Cuba.
La única vez que lo vi en persona a pocos metros fue en una olimpiada de ajedrez en la plaza de la Revolución, en el año 2002, entonces yo era maestra y fui con algunos alumnos a representar nuestra escuela, recuerdo perfectamente el día, no se sabía que Fidel estaba y cuando terminó la olimpiada vimos el tumulto y la algarabía, corrimos a ver y era Fidel.
Parecía un gigante, aun rozagante, uniformado de verde olivo con su barba entre cana, su piel perfectamente blanca y su rostro rosado, riendo, siempre riendo y conversando con los que pudieron llegar hasta él. No parecía terrenal parecía un Dios, así de impactante era su figura.
En el 2001 en la tribuna abierta de San José de las Lajas no lo pude ver de cerca porque había mucho pueblo, desde la madrugada estábamos allí con frío y sueño, de pie, esperando para oír, pero eso sí, cuando una lo oía terminaba enamorándose más de su figura, terminaba más revolucionario y más fidelista.
El silencio y el luto acompañan hoy a nuestra isla, se ha ido el líder, el guía, se ha ido el hombre. Nos cuesta creer que sea cierto, nos acostumbramos a su inmortalidad y es así, no mueren los sueños, no mueren las ideas, no muere la historia, no muere ni morirá Fidel. ¡Hasta la victoria siempre!