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Periodismo desde mis 69

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Esta vez veo los toros desde la barrera, como expresa un viejo proverbio. Muchos de los colegas de mi provincia, con quienes compartí faenas periodísticas, están ahora cumpliendo lo que posiblemente sea la misión profesional más importante de sus vidas.
Desde que, en el mes de marzo de este año, comenzó a desatarse la pandemia de la Covid-19 en Cuba, están inmersos en una labor intensa, trascendente y riesgosa a la vez, pues deben mantener informada a la población de la amplia gama de sucesos relacionados con una enfermedad tan contagiosa y letal como esa.
Y mientras ellos cumplen ese deber yo, desde mis 69 años, acogido a la jubilación y a las orientaciones dadas por las autoridades de salud, observo sus trabajos con un sentimiento de nostalgia y satisfacción al mismo tiempo pues mi actual condición no es sinónimo de retiro.
Por otra parte, veo en esos colegas un empeño decoroso y un relevo que saldrá más fortalecido cuando, entre todos, derrotemos esta pandemia.
Si bien la experiencia actual es única, yo también tuve no pocas a lo largo de mis 44 años de trabajo, todos en la prensa. Recuerdo, por ejemplo, la Operación Tributo en que dimos sepultura a los caídos en Angola, la Operación Caguairán sufriendo la enfermedad del Comandante en Jefe; o cuando sus restos inmortales en aquella caja tan pequeña guardando a un gigante, pasó ante mí en su paso hacia el Cementerio de Santa Ifigenia.
Estar en casa me ha servido para apreciar mejor el quehacer de periodistas, fotógrafos, diseñadores y otros colegas; cómo abordan la entrevista, el comentario, la crónica… Su capacidad de improvisación, el dominio de los géneros y las debilidades que han de superar. Y ahí estará entonces mi mejor aporte, porque esa observación me servirá de mucho en las clases que he de impartirles.
El hecho de verlos desde casa me ha dado tiempo para leer la bibliografía del diplomado previsto, indagar, la búsqueda de información, comentar en las redes sociales y asesorar a mi hija, quien sigue mis pasos en esta noble, intensa, exigente y bella profesión, de la cual uno se enamora hasta el fin de sus días. No tengo duda de que ella superará muy pronto a este veterano periodista, un motivo más para sentirme reconfortado.
Si a eso le sumo que en su gran mayoría son jóvenes con deseos de superarse, ser mejores y crecer, entonces cualquiera puede imaginar un futuro promisorio para el periodismo en Mayabeque, aunque el tan añorado curso es lo que les falta, algo así como la sazón complementaria.
Mientras el tiempo pasa yo, desde mi mesa de trabajo, me mantengo al tanto del quehacer de los colegas en la provincia y no abandono el periodismo hasta tanto la salud me lo permita.

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