La Orquesta Aragón devino escuela, pero la génesis fue invariablemente la calle. Pepe Olmo resulta un claro ejemplo. Se le define como una de las más grandes voces de Cuba de todos los tiempos. Algún juicio musicológico calificaría tal vez su trabajo de extraordinaria emisión técnica, y sin embargo el talento se labró a sí mismo con la tradición musical de la familia, sobre todo la madre, cantante de punto guajiro.
Es posible que la influencia materna fuera decisiva, y no solamente por la herencia recibida de ella. Era muy pequeño aún Pepe Olmo cuando la madre falleció. Los testimonios coinciden en la profunda tristeza en que se sumió el muchacho, y que únicamente a los 12 años volvería a cantar por pura necesidad.
Y es posible que aquella aflicción, como una herida sin curar totalmente, sedimentara en el estilo de Pepe Olmo para decir el bolero como pocos. El paso de los años disipó las lágrimas, pero difícilmente haya algo parecido con aquella misteriosa emoción, tocada por la melancolía, para describir una mirada hiriente muy junto al corazón, o para confesarle amor a su linda pequeña, o para hacer suya (eso sí, como nadie lo hizo nunca), la Noche de ronda de Agustín Lara.
En la Orquesta Aragón encontró Pepe Olmo el justo sentido de su existencia. En una entrevista para la radio cubana en 1995 aseguró que entrar en la famosa agrupación fue el momento más feliz. ¿Y el más triste?, le interrogaron. Ante la pregunta, señaló a presuntos culpables por su nombre, y sostuvo que el instante más triste fue el día en que tuvo que salir de la orquesta. Y a pesar de querellas conocidas e imaginadas, la Charanga Eterna le hizo desde entonces el más grande homenaje que pudiera dispensársele a alguien: dejar tranquilo su repertorio de boleros, que nadie más lo cante. En su perennidad, la orquesta cubana más famosa de la historia reconoce la existencia de un suceso irrepetible, único, que se llama Pepe Olmo.
Algunas notas sobre el cantante cuentan de la síntesis de pigmentos en su piel, donde parecen concurrir África, Asia y Europa al mismo tiempo. Color cubano habría dicho Guillén. Y esa gama interna y hasta milagrosa, paridora de lo real maravilloso, habitó en una voz callejera, embajada de la cultura cubana, junto a los míticos Aragones, imprescindibles para significar al universo sonoro de un pueblo entero, y la huella en el sonido latino que vibra más allá de fronteras formales. Solo así entenderíamos que el hombre jamás murió, que no es del todo correcto hablar de otro aniversario de Pepe Olmo, sino de celebrar su cumpleaños. Y con su canto. Esté donde esté.