El compromiso del creador con su tiempo define la naturaleza de su obra. Eso explica el carácter de la fotografía de Osvaldo Salas, o por lo menos, su zona más conocida y trascendente. Incluso, cualquier giro temático o de percepción, pasa por esa responsabilidad determinante de contenidos y de esencias, con que sabemos y significamos al legado del artista.
Nació Osvaldo Salas en La Habana el 29 de marzo de 1914, hace exactamente 108 años. Fue matrícula de la escuela San Alejandro, y aunque no concluyó sus estudios, mucho de su trabajo fotográfico ulterior llevaría la impronta de la academia.
En esas figuraciones de la luz, como bien registra el poeta, laboró en Nueva York. Entonces eran paquetes tal vez por encargo para la revista Bohemia, con énfasis especial en el deporte y en los espectáculos. Salas como otros tantos, creía firmemente en que la perspicacia del profesional es estar en el lugar y en el momento del suceso-noticia. No se equivocó cuando fue al encuentro de aquellos exiliados cubanos que procuraban fondos para el Movimiento 26 de Julio.
La tarea entonces era fotografiar a la Revolución cubana. Sería, en todo caso, un trabajo en correspondencia con la creación revolucionaria de aquella generación, que ideó un proyecto que no estaba en los manuales ni en la lógica de los dogmas en boga. La fotografía tomaría de la mano de Osvaldo Salas y de otros, la saga del mester artístico que la validaría para siempre como parte indispensable de las artes plásticas.
La obra fotográfica de Osvaldo Salas y de sus colegas tendría además otra impronta: la patrimonial. Todo ese conjunto de imágenes con la venia de la luz, forma parte del corpus documental de Cuba y constituye una de sus buenas fuentes históricas como igualmente embajada de sus artes por el mundo entero.