Pocas veces renace un país casi a imagen y semejanza de su nuevo creador. El Día Internacional de Nelson Mandela fija el destino de una Sudáfrica diferente, donde siempre habrá un lugar para las dinámicas culturales, en interacción inevitable con las jugadas políticas y los movimientos sociales. Incluso, las oraciones de este día por un hombre que acaso libra una batalla decisiva por la vida, cobran un sentido distinto.
La plegaria en el 105 cumpleaños de Mandela, se extiende en todos los idiomas del mundo. En definitiva, en la obsesión de construir la patria nueva se ganó a su causa a amigos y a enemigos. Perduran reticencias y rencores resultan inevitablespero el hombre certificó victoria en la vieja idea de un nazareno que pidió que se amaran unos a los otros, o en aquel principio tan familiar para los cubanos, por venir del apostolado más hermoso: cultivar la rosa blanca, contodos y para el bien de todos.
En la cárcel resistió Mandela la gran prueba, porque aquel sueño del revolucionario era, más que probable, imprescindible: que se juzgue al ser humano por la transparencia del alma y no por el color de la piel. La condición de abogado conjuga la obra en tiempo de justicia. El boxeador ejercita la vocación para el combate.
Jamás habría una intención excluyente en el proyecto de Mandela. ¡Increíble! La vieja culpa boer que se expresa en afrikaner, aparece integrada en una Sudáfrica de nuevo himno, de otra bandera y de lengua xhosa. Cambia el entramado político, y sin embargo ningún idioma desaparece, en un capítulo fabuloso para cualquier actitud antropológica.
Se le escriben libros al líder, se le levantan monumentos, se le canta ahora mismo, cuando tanto se apega a la vida, con la misma emoción que antes exigió su libertad. Aquí, por ejemplo, en el Caribe, trabaja, lucha y también resiste un pueblo que ofrendó sangre por la propia causa del héroe. Tenemos esa inmensa fortuna de compartir en epopeya el Día Internacional de Nelson Mandela.