Varias generaciones de lajeros tuvieron el privilegio de conocer a Alfredo Noda Mirabal, un maestro excepcional que dedicó toda su vida a enseñar y cultivar amor a quienes lo conocieron. Con su sapiencia instruyó a todos sus alumnos y hoy se le recuerda con sobrado cariño.
El Noda, como cariñosamente se le dice, falleció recientemente, pero vivirá por siempre en el corazón de sus estudiantes y compañeros de trabajo. A su memoria se le dedica esta crónica.