Una y otra vez habrá que ir a la idea del Maestro de que “ser culto es al único modo de ser libre”. La lectura es el camino siempre expedito a la cultura y a la libertad. Ese evangelio vivo de la enseñanza refrenda de igual modo que “leer es crecer”. Luego entonces, la lectura dispone la realización de los mejores sueños de hombres y mujeres a lo largo de la historia.
La democratización del libro constituye una de las premisas más hermosas de la Revolución en el campo de la cultura y de la educación. En las peores circunstancias del denominado “Período Especial”, cuando dramáticamente se contrajo la industria del libro en Cuba, siguió siendo una proyección mantenida contra viento y marea.
De tal suerte, el Programa Nacional de la Lectura permanece a manera de estrategia indispensable. Todas las estructuras organizativas del país tienen responsabilidad en su realización. Es decir, el sistema de bibliotecas del país tiene un papel importantísimo, pero no es el único actante.
Suelen mencionarse otros tres soportes fundamentales: las editoriales, la escuela y la familia. El lector, ya se sabe, se forma desde la edad más temprana. Es casi seguro que el lector de temas científico-técnicos fue en sus inicios un asiduo buscador de literatura infantil y juvenil.
En Cuba se verifica el problema de que muchos lectores de la enseñanza primaria, dejan de serlo cuando llegan a la secundaria. Es verdad que es la edad difícil en que aparecen nuevos intereses, pero que esencialmente no están reñidos con la lectura. Otro tanto ocurre con la incidencia de las nuevas tecnologías, que lejos de afectar negativamente al hábito de leer debiera complementarse con él. La lectura ha de sortear las derivaciones negativas de la industria del entretenimiento. Al fin y al cabo, todas las alturas y profundidades humanas se condicionan en la virtud de leer.