La historia de Amalia

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Un día despertó y notó la soledad de su existencia, el silencio profundo en los corredores del hogar, las paredes estropeadas por el tiempo y la ausencia de quienes antaño colmaron su vida de ilusiones. No siempre fue así, hubo una época en que los colores inundaban esa casa, ahora triste y despoblada.
Esta es la historia de Amalia, una mujer de 45 años, dos hijos, un divorcio a quien conocen en el barrio como “la borracha”. Comenzó a beber con 20 años, “solo por diversión”, cualquier fecha o circunstancia era un pretexto para un trago.
Al principio no representaba un problema, aparentemente, pero con el tiempo comenzó la idea frustrante de no poder dejar el consumo, se había transformado en una adicta y casi sin saber cómo o cuándo, fue diagnosticada alcohólica.
Es bien conocido que el alcoholismo es una enfermedad crónica que dispara el riesgo de complicaciones graves y de muerte prematura, sin embargo, no se difunde lo suficiente sobre el impacto diferente que tiene la bebida en hombres y mujeres. Amalia es un ejemplo del desgaste que produce este mal en las personas de su sexo.
El alcohol es metabolizado de manera distinta, básicamente por tres razones orgánicas: la cantidad de agua en el cuerpo (las de ellas es menor en comparación con los hombres del mismo peso), la distribución de grasas y, sobre todo, la presencia de una enzima específica en el estómago de los varones, está virtualmente ausente en el de las hembras: la alcohol-deshidrogenasa.
Estos factores hacen que la tolerancia al alcohol sea menor en las mujeres y que globalmente tiendan a incrementar los riesgos. Después de cuatro ingresos y varios tratamientos Amalia había disuelto sus expectativas de recuperación, sentía que su familia, cansada de luchar junto a ella, abandonaba la esperanza; notaba el deterioro en la salud y su rostro no podía ocultar las huellas del tiempo, noches de insomnio y constantes depresiones.
Una nueva oportunidad se cruzó en su camino, comenzó a participar en terapias de grupo y, a pesar del pesimismo de algunos, Amalia lleva sobria ya 6 años dando muestras de fuerza en sus propósitos y voluntad de crecer como ser humano. Recobró los deseos de vivir, conoció a Paola, una hermosa nieta de tres años, y retomó la comunicación con sus hijos.
Las paredes de su hogar recuperaron los matices, el sonido de las voces en los pasillos son una melodía para sus oídos. En el mundo hay muchas mujeres como Amalia y no todas terminan con un desenlace similar.
En la mayoría de los casos los pronósticos son reservados. Este es un problema real, negarlo no es la solución, prevenirlo es lo ideal. En la actualidad las mujeres consumen más alcohol que en el pasado, debido a la aceptación social y se presta menos atención a los estereotipos de género. El inconveniente es que al parecer el trago sí discrimina. Muchas veces la voluntad debe imponerse al deseo.

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