En estos tiempos marcados por una pandemia que deja su más fatídica huella a nivel global va también el empeño en alumbrar la esperanza y la perseverancia de los que insisten en hacer el bien.
Los días que corren son difíciles, la Covid-19 cada día anotándose vidas que lleva a la muerte, dejando luto y tristeza a las familias, a los amigos. A la par va una cruzada de odio, alentada por los que no perdonan que Cuba sea como le da la gana de ser, y la resistencia de más de medio siglo a seguir siendo como quiere la convierte en blanco de cualquier cantidad de dardos envenenados.
No vivo en una sociedad perfecta, y mucho es preciso corregir desde dentro para que florezca la maravilla que nos merecemos, para que dejen de existir trabas, burocratismo, ineficiencia, ineptitud. En eso hay que trabajar, y se trata de hacer más que decir.
Que el bloqueo nos afecta es cierto, aunque algunos por ahí y por allá nieguen esa cruda realidad. Los hay que lo tildan de justificación del gobierno cubano, valdría la pena ver cuál sería el contexto si lo levantan de una vez, segura estoy que otro gallo cantaría.
No vivo en una sociedad perfecta. Tenemos carencias, nos abruman los obstáculos que muchas veces son piedras sembradas en el camino que multiplican malestar pero, de ahí a dar rienda suelta al odio, tintado en amenazas, y frases ofensivas va un gran trecho.
El mundo anda patas arriba, decía el otro día un hombre que segura estoy sobrepasa los 70 años. He vivido bastante, acotaba, pero ahora más que guerra de balas veo guerra de odios y eso está muy mal, nadie sabe el valor de poder vivir tranquilo.
Y he ahí el detalle: el poder vivir tranquilo, y es por esa tranquilidad que apostamos quienes no entendemos de odio. Es por esa garantía instaurada hace más de medio siglo que Cuba sigue apostando por el destino que eligió, que hay que enderezarlo, es verdad. Que es preciso anudar talentos y objetividad para sellar con eficiencia todo cuánto se haga es verdad.
No vivo en una sociedad perfecta pero, nunca la solución estará en manos del odio. Nunca el desamor será el camino. Vivimos tiempos difíciles, luchamos por la vida frente a una pandemia invisible pero inmensamente letal y no es justo gastar fuerzas contra quienes generan tanta maldad siempre visible.
Por amor van los desvelos de los que insisten en tatuar este tiempo con soluciones a favor de la vida. Por amor la unidad de los que deciden multiplicar saberes para poner freno a los desaciertos y en su lugar sembrar progreso. Por amor también el sueño de hacer perfectible lo imperfecto. Por amor también la esperanza de hacer mejor el camino