La Ciencia abrazada por el pensamiento y la obra de José Martí

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Pero la ciencia es todo una, y conviene todo lo que junte a los pueblos, así consideraba Martí al quehacer de los investigadores y científicos. El Apóstol y su relación con la ciencia trae a los lajeros en este 15 de enero una exhortación constante al trabajo y a la creación.

El más universal de todos los cubanos nunca se dejó cegar ante el potencial tecnológico que crecía en los Estados Unidos y valoró siempre los resultados que los logros científicos podían acarrarle a los pueblos de América.

Hoy estuviera muy satisfecho con la aplicación de las investigaciones de profesionales de la ciencia en San José de las Lajas, la capital de esta provincia.

Porque ciertamente han trascendido medicamentos de alto valor como el Surfacén para el tratamiento del Síndrome de Dificultad Respiratoria Aguda, elaborado por un equipo del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA), cuyo colectivo además, entregó otros productos de gran impacto social como el Stabilak, para la conservación de la leche cruda.

También son logros científicos del territorio el Ecomic, biofertilizante producido en el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), con importantes resultados en la calidad de alimentos como el arroz, el frijol, el maíz, típicos en el menú de los cubanos.

Otra de las instituciones, integrante del Polo Científico lajero es el Instituto de Ciencia Animal (ICA), en cuyo seno se presta especial atención a los progresos biotecnológicos en nuevos alimentos para el ganado, así como la obtención de clones de pastos y forrajes.

Si ubicamos a José Martí en el contexto de las ideas en su época, se puede mostrar su pensamiento de avanzada como proyecto de hombre de ciencia.

La génesis de esta labor martiana se encuentra en España en su período de estudiante, ávido de conocimientos, allí realiza estudios sistemáticos y trabajos de campo arqueológico junto a su hermano espiritual Fermín Valdés Domínguez. Pero el punto más alto del periodismo científico de Martí se desarrolló en la década del 80 del siglo XIX.

Su voluntad permanente de cultivarse, de tratar de entender al mundo y no sólo de vivirlo, también de razonarlo, fue el motor principal que llevaría a Martí a hacerse de una cultura científica y técnica poco común entre los hombres de su época.

Quería el Apóstol poner la ciencia en lengua diaria, aspiraba a que las personas comunes pudieran utilizar la ciencia como el único medio que tiene el hombre de explicarse las leyes de la vida.

Se asombraría entonces el Maestro de cuánto se ha avanzado en estos tiempos en suelos mayabequenses donde los productores conocen a la perfección las fases de la luna y el efecto que causa en las plantaciones o cuánto se conoce sobre el virus del ébola, ese enemigo mortal vencido a manos de galenos cubanos en África.

Y aquí considero acertadísimas aquellas valoraciones martianas sobre diversas temáticas científicas impregnadas por una permanente vocación humanística.

 

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