La batalla contra las indisciplinas

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Cualquier sociedad del universo, en la cual se pretenda hacer reinar el orden, la disciplina y la tranquilidad ciudadana, requiere conservar el respeto de las leyes y la obediencia de lo determinado en beneficio común, o al menos para sustentar la proporción entre las fuerzas y grupos que la componen.

En el caso de Cuba, el país determinó desde hace más de un lustro  cumplir la voluntad popular de hacer cambios que rompieran la inercia en el plano económico, eliminaran prohibiciones sociales equivocadas y fuera de contexto, y afincaran al hombre en el centro de las realizaciones y anhelos de la sociedad socialista elegida y legalizada por la mayoría.

Todo lo hecho, y todo los que resta por hacer, será con el enorme cuidado de no arrojar al basurero de la historia cuanto hemos alcanzado para el bien de todos, al precio del sacrificio y la entrega ilimitada de millones de hombres y mujeres plenos de moral y virtudes revolucionarias.

Los que hoy se favorecen de las nutridas aperturas y leyes del Gobierno y progresan por el camino de la abundancia y el bienestar conseguido con comprensión y energía en el trabajo por cuenta propia y otros empleos, no deben dejar en el tintero, de dónde venimos y hacia donde podemos arrojarnos si se mantiene la irreverencia, el tráfico de artículos, el acaparamiento y la desobediencia a cambio de unos cuantos pesos.

El mundo exterior es el mejor espejo para exponer la ferocidad de una sociedad de consumo y de ambiciones personales, donde más que crear empleos son millones quienes se afilian al ejército de los desocupados, miles los pequeños negocios que se esfuman ante el ansia de las grandes empresas y monopolios y escasos, muy escasos, los que acceden a la salud y a la educación, aún cuando habitualmente deben sufragarla.

No puede ser la riqueza y la miseria humana la justificación para que se pierda la Revolución y nuestro pueblo regrese al caos, la oscuridad y a la incertidumbre, a la mortalidad infantil de 60 por cada mil nacidos vivos, o al yugo de una dominación norteamericana que apuesta todo actualmente al exterminio interno del socialismo en la mayor de las Antillas.

¿Será que lo consentiremos, o se impondrá la batalla contra las indisciplinas? ¡El pueblo, y su fuerza formidable tienen la palabra!

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