IPVCE Félix Varela, una experiencia memorable

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Por: Guillermo Acosta Chávez
Son muchas las historias que se conocen sobre la vida en las becas. Estoy convencido de que por más dura que nos haya parecido la experiencia, los recuerdos y las amistades fraguadas sirven para que valiera la pena. En mi caso tuve la posibilidad de estudiar en el Instituto Pre universitario Vocacional de Ciencias Exactas Félix Varela, (ubicado en Melena del Sur, municipio de la provincia Mayabeque). Pertenezco a la graduación XX, y es a esta escuela precisamente a la cual va dedicada esta reseña.
La vida en el IPVCE comienza desde que acudes a los repasos para las pruebas de ingreso y vas conociendo a quienes pasarán contigo los próximos tres años de tu vida, prácticamente viviendo como una gran familia. Una vez dentro la rutina de la beca llega a ser agotadora, sobre todo realizar labores de limpieza las cuales uno nunca había realizado en su casa, como limpiar los baños; pero el espacio de tiempo que resta para socializar con tus compañeros y compartir puntos de vista sobre diversos temas, experiencias, chistes, es sin duda donde se encuentra la magia.
Esos tres años coinciden con un período de la vida en la que todos pasamos por grandes cambios físicos, y es reconfortante estar rodeado de personas de un material humano sensacional, viviendo exactamente los mismos cambios que tú y ayudándose mutuamente a seguir adelante.
En el IPVCE vivimos alegría, estrés, cansancio terrible, pero soy de la opinión de que todas esas cosas forjaron ese espíritu de compañerismo que nos identifica. En cualquier lugar que dos personas formadas en esa institución se encuentran, aunque no sean del mismo año, quizás ni se conocían, instantáneamente se sienten amigos y tienen historias para contar, eternamente embriagados de tanto reír. Hasta el día de hoy puedo decir que fueron años de mi vida con una influencia decisiva y positiva en la persona que soy hoy, y no los cambiaría por nada.
Anécdotas, recuerdos desde distintas miradas
Ramón Damián Morejón Arrojo Graduación XXII del IPVCE Félix Varela: Cuando se habla del Pre-Universitario, y nos ponemos a recordar lo que fue verdaderamente esa experiencia en nuestra Félix Varela, es inevitable que te aparezca un fuerte sentimiento: nostalgia; es que aprendimos tantas cosas y dejamos tantas otras como el albergue, el aula, tanta risa, no importaba si sentíamos hambre, teníamos el corazón contento.
Recuerdo que el profesor Enrique Pino cada vez que llegaba en pleno invierno que había muchísimo frío, típico de la escuela, abría todas y cada una de las ventanas diciendo: El frío se combate con abrigo no con trancazón.
Susel San Nicolás de la Noval Graduación XXI del IPVCE Félix Varela: Esos tres años fueron un antes y un después en mi vida. Me aportaron muchísimas experiencias, enormes aprendizajes y sobre todo las mejores amistades de por vida. Más que compañeros, allí fuimos una gran familia, siempre apoyándonos en las buenas y en las malas, esos estudios a las cuatro de la mañana para la prueba del día siguiente, los autoestudios que muchas veces no queríamos ni que acabaran, las limpiezas generales y autoservicios que nos enseñaron la importancia del trabajo y de lo divertido que puede llegar a ser, los chequeos de emulación tan originales, y ni hablar de las recreaciones; los magníficos profesores que nos enseñaron todo y nos prepararon para la vida.
Del IPVCE Félix Varela me llevo mi segundo hogar, donde aprendí a ser independiente, a valerme por mi misma, a perder la pena, me preparó muchísimo para la vida universitaria y me ayudó a abrir la mente, analizar mejor y sobre todo, enfrentar cada problema que se nos pueda presentar en la vida. Estoy más que agradecida de haber formado parte de tan bonita historia que me ha dado tanto y contribuido con todo lo que soy hoy día y si pudiera volver a elegir, sin duda alguna volvería a elegir a la Félix una y mil veces. Recuerdo cuando en un chequeo los varones de mi año jugaron a la silla vestidos de hembra fue de las cosas más divertidas que he visto en mi vida.
Alejandro Brito Torres Graduación XX del IPVCE Félix Varela: Pienso que marcó la diferencia en cuanto a mí vida pasada, siempre vi la vocacional como un micro mundo en el que pude aprender a como relacionarme mejor con la gente y mientras esto pasaba pues aprendía y me divertía mucho. En una ocasión iba a pasar una visita por el aula y nuestra planta ornamental no existía, luego se tomó la decisión de colocar un gajo de cualquier arbusto de alrededor, fue tan efectiva la decoración que utilizamos esa estrategia en cada visita, siempre teníamos plantas distintas.
Alian Gil Acosta Graduación XXI del IPVCE Félix Varela: Nunca voy a olvidar la primera vez que estuve en los pasillos del IPVCE. Al bajarme de la guagua, el primer día de décimo, lo primero que vi fue a los de onceno y doce abrazándose y saludándose como si fuese el último día de sus vidas. Eso la verdad me impresionó mucho porque nunca pensé que iba a ser yo después el que experimentara ese sentimiento.
En el otro lado del pasillo veía esa rueda de casino que yo creo que nos marcó a todos. Cada vez se sumaban más y lo primero que pensé fue: yo tengo que aprender. Solo mis compañeros saben aquellos ratos en que nos reíamos de nosotros mismos intentando aprender, sólo ellos saben cuántas ruedas de casino rompí intentando aprender y a cuantas muchachas pisé sin querer. Les pido disculpa a todas. Creo que todo no fue en vano. Por lo menos ya me defiendo bailando, lo cual no significa que sepa bailar bien.
Y qué decir de  las noches sin dormir filosofando sobre temas tan serios como economía y política o sobre otros temas más populares como el sexo. Infinitas son las anécdotas que se podrían contar de esos tres años.  Los extraño mucho.
Marcos Javier González ValdésGraduación XX del IPVCE Félix Varela: Lo más genial de la vocacional (algo que quizás comparten muchas becas) era tener acceso de repente a un macrocosmos, una experiencia de vida condensada, que pasaba por el hecho de convivir absolutamente todo el tiempo con un gran número de personas, algo que a la vez nos exponía a todo tipo de situaciones y conflictos y aún podía considerarse un entorno seguro. Era como una prueba “Beta” de lo que después iba a ser la vida. En muchos sentidos el aporte fue mucho más notable incluso en lo personal y emocional que en lo académico. En esos tres años condensamos lo que quizás en otro contexto pudiera ser una década entera de historias, romances, decepciones, primeras veces, despedidas y amistades. Casi todos los que pasan por una vocacional se llevan al término muchísima  gente querida y un puñado de amigos eternos (Esos dos o tres con quienes luchabas esos años como un equipo, para sobreponerse a las muchísimas adversidades que sin duda se presentan en la vida en las becas)  lo que al cabo de los años supone haber adquirido vínculos así es invaluable. Así que pudiera decir que le debo a los años de la vocacional muchos de los recursos personales con las que hoy por hoy cuento y que me han valido para abrirme paso en múltiples áreas de la vida. Además, que demonios, en aquel momento como ningún otro éramos felices y nos divertíamos como locos, y creo que lo sabíamos.

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