Es octubre y el día se vuelve guerrillero. Va al monte, desciende al llano, cruza las calles, sonríe cual chiquillo grande y divertido. Estás en la plaza de todos, nos miras para ratificarnos que nunca nos fallaste.
Regresan las flores. Desde el mar o el río las corrientes sienten deleite, al acarrear la ilusión de quienes jamás han dejado de buscarte.
Los niños de las manos de padres o maestros asimilan tus razones para seducir a los demás. Admiran la inmensidad de tu vida humilde, que acrecentó la indomable nobleza de hijo de este pueblo.
Eres fábula y canto, voz que brama al traidor, sueño que vuela alto, que descansa en cualquier mediodía para continuar transitando, sin límites de espacio, de tiempo, de entereza.
Anhelaban verte muerto Señor de la Vanguardia, pero no lo consiguieron. No creyeron, no pueden, que tu resplandor los ciega, los asfixia en su resentimiento, al saberte idolatrado, tan enérgico, tan competente, en cada joven decoroso, en cada combatiente.
Octubre retorna la memoria y, con ella, tus eternas palabras, tu fusil, tu sombrero, la bandera que amaste y todos salvaguardamos.