Granada: la advertencia contra la desunión y los dogmas

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El proyecto revolucionario granadino fue precisamente el despegue de un sueño. El realizador cubano Rigoberto López lo fijó literalmente en el título de su documental que, como él mismo consignó, jamás pudo concluir como lo concibió.

Varias generaciones llegaron después, pasaron ya 38 años de escasísima o casi nula recurrencia a la Nueva Joya de Maurice Bishop, y ese silencio de un capítulo histórico deja ya una profunda huella de desmemoria.

Y vale mucho volver a Maurice Bishop, porque crecemos al agradecerle la lealtad y el cariño al amigo. En eso fue una buena parte del valor de aquel Primer Ministro de la isla caribeña de Granada, obsesionado con cambiarle la vida a su gente, preteridos por tantos años de colonialismo.

Comenzaba otra era de nuevos halcones en Norteamérica, y aquel hombre valeroso de estos confines del Caribe, consecuente con sus ideas y con la inspiración del padre asesinado, ocupó un lugar en la trinchera de mayor peligro, donde el Programa de Santa Fe del imperio ajustaba amenazadoramente su colimador, dispuesto literalmente a matar a cualquier buen intento de justicia y de auténtica libertad.

Desde entonces, la Granada del Movimiento de la Nueva Joya pasó a compartir los mismos peligros de la Cuba socialista, de la Nicaragua sandinista, de los combatientes salvadoreños herederos de Farabundo Martí. Aquel líder de un proyecto de la esperanza, jamás imaginó que el detonante de la tragedia estuviera entre sus compañeros de ruta.

Todo el mundo tiende a creer, por supuesto, que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, debió de alentar la división entre los revolucionarios granadinos. Y de sus filas salió el traidor. Duele mucho la nobleza de aquel Primer Ministro, que se resiste a creer que su amigo de la adolescencia, el profesor de Marxismo, Bernard Coard, le esté echando encima los centuriones de una sórdida oposición.

Y lo apresaron acusándolo de infamias y de mentiras. Una de ellas, por cierto, era que Bishop informaba a la dirección de la Revolución Cubana interioridades del Movimiento de la Nueva Joya. Y cuando el pueblo de Granada lo liberó, lo volvieron a capturar. Y para contrarrestar a la gente enardecida, lo asesinaron alevosamente, junto a otros de los suyos.

El golpe de aquella ultraizquierda inesperada, abrió las puertas a la invasión imperialista contra Granada. Estados Unidos ni siquiera respetó la condición de ese país como miembro de la Comunidad Británica de Naciones. Ronald Reagan, por lo visto, ni consultó a su buena amiga, la Primera Ministra Margaret Thatcher, ni a la corona del Reino Unido, para violar la soberanía de Granada.

Una veintena de constructores cubanos, murió enfrentando el desproporcionado ataque norteamericano contra el aeropuerto que levantaban. Bruce Paddington propone en su documental una mirada al asesinato de una Revolución. Para el pensamiento de la emancipación, sigue en pie un hecho ocurrido hace 38 años, que aún advierte sobre los peligros de la desunión y de los dogmas.

 

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