Playa Girón se inscribe en lo más profundo de la cultura de millones. También en la misteriosa costumbre de vivir en el peligro. Es un signo de la historia de Cuba desde el Grito en Demajagua, o tal vez desde antes. Cada página transita por la identidad, y por esa circunstancia perpetua y hasta más complicada cada vez, de estar al límite.
El archipiélago rebelde del Caribe plantó cara al enemigo, como la tradición heroica milenaria dispone a cualquier actante orgulloso de su historia. Es un valor universal concurrente en la epopeya cubana de abril de 1961, que más de 2000 años atrás hizo posible la extraordinaria resistencia del viejo Sagunto contra las huestes de Aníbal, o el casi mítico holocausto de Numancia ante la cruenta expansión romana.
La obra social y humana de los cubanos debió vivir en la cercanía del imperio más poderoso y agresivo de la historia universal, que ensayó contra ella todo su arsenal terrorista y de guerra psicológica. Este pequeño enclave del Caribe se despertaba cada mañana con la noticia de una intervención en ciernes. América Latina y el Caribe tenían ejemplos de sobra.
En la historia de la Patria hay capítulos de suficientes para inspirarnos en el minuto comprometido. Pero el ejemplo puede llegar de cualquier parte. Augusto César Sandino demostró que se podía enfrentar al agresor, y que también se le podía vencer. A su gente se le denominaba el ejército loco. Para los revolucionarios, en definitiva, hay justamente una cultura de resistencia en la locura del Quijote. Playa Girón resulta una página que bien parece iluminada por la gesta en Las Segovias. Allí donde Nuestra América le paró los pies al Gigante, devino fragua de hombres libres.
El liderazgo de la Revolución demostró una cultura política formidable, independientemente de su juventud, en el umbral de la batalla. La diplomacia logró obstaculizar la intervención directa del ejército de los Estados Unidos, tras la denuncia en la ONU. En el orden militar, movilizó al país entero sin una grieta para la sorpresa. Los jóvenes órganos de la Seguridad del Estado, desarticularon al enemigo interno, para dejar a Washington sin quinta columna. Y en lo político, declaró previamente el carácter socialista de la Revolución.
Recuerdo que en fecha relativamente reciente, el imperio y sus alabarderos se hicieron nuevas ilusiones ante la presunta despedida de Raúl. El hermano siempre fiel aclaró, sin embargo, que permanecería con el pie en el estribo. Louis de Saint-Just dijo hace más de 200 años que el verdadero descanso del revolucionario está en la tumba. Ahora me persuado que ni después de muerto hay ocasión para el reposo. Ante los nuevos fantasmas, como anuncia la canción, aún cabalga el Comandante, y como en Girón en abril de 1961, parece concurrir en un tanque al justo centro del peligro.