Nunca fue una dificultad para los comunistas cubanos conciliar en los órdenes teóricos y en la praxis de la acción las ideas de José Martí con las tesis de Marx, Engels y Lenin sobre la revolución y la emancipación del trabajo. El ajiaco de la cultura cubana descubierto por el sabio, también tejió la urdimbre de la lucha por la redención humana.
Lograr la unidad fue una empresa difícil para el Apóstol. Anudar lo deshecho, curar las heridas de la Guerra Grande, reunir a aquellos centauros de 1868, le llevó mucho tiempo y esfuerzo. Crear una fuerza única, que garantizara la sobrevivencia del proyecto cubano ante la creciente hostilidad imperial, fue igualmente una tarea colosal que Fidel supo asumir.
El Partido Revolucionario Cubano de Martí sigue siendo la inspiración. Como su nombre establece literalmente, nació para obrar el cambio radical. El pensamiento marxista reclama la transformación del mundo. El Maestro expone la prioridad de equilibrarlo desde la epopeya gloriosa en estos confines del Caribe.
En el renuevo complicado de nuestros días, permanece en la vanguardia el Partido Comunista de Cuba creado por Fidel. A veces se compara con la organización del mismo nombre, fundada en 1925 por Baliño y por Mella. Son hechos distintos, con encargos diferentes, en épocas para nada semejantes, aunque en ambos concurrieran las esperanzas de Martí con los sueños de los fundadores del Marxismo.
Larga y a veces angustiosa, se convirtió la marcha hacia un frente lo más homogéneo posible. Aquel primer partido marxista-leninista, por ejemplo, sancionó al propio Mella por no acatar la orden de suspender la huelga de hambre. Villena, en la práctica el líder ulterior, no era el jefe formal por no proceder del sector obrero.
Durante la huelga general del verano de 1933, acontecieron sucesos extraordinarios. La dirección del Partido creyó en un momento que ante un posible caos social, era preferible mantener a un Machado debilitado en el poder. La decisión de las bases obligó a enmendar ese error.
Como se sabe, aquella organización, ligada a la Internacional Comunista, estaba sujeta a interpretaciones stalinistas que no se correspondían con la realidad cubana. Por ahí está la posición vertical de un Villena ya herido de muerte por la tisis, que no comparte la orientación de Moscú de que una eventual revolución en Cuba no afectara los intereses norteamericanos.
Y no se comprendió entonces la exacta dimensión de la personalidad de Guiteras. Y en una era en que el enfrentamiento al fascismo, suscitó la colaboración de la Unión Soviética con el occidente capitalista, se concertaron en lo interno del país líneas de cooperación cuyo costo político fue enorme.
La Generación del Centenario
La Generación del Centenario resultó un punto de inflexión. La prédica de José Martí planteaba la responsabilidad ante el cuartelazo traidor. Es verdad que en un principio, la dirección del Partido Socialista Popular (PSP), no entendió la significación de las acciones del 26 de julio de 1953, pero poco a poco se activaron mecanismos de comunicación.
Y fue así que en la lucha contra la tiranía batistiana, el Movimiento 26 de Julio, el Directorio 13 de Marzo y el PSP, representaron la trinidad de la batalla. El encanto y el magisterio político de Fidel, lograron sortear las diferencias. Y no fueron pocos los momentos brumosos. La denominada Microfracción fue particularmente difícil por implicar a Aníbal Escalante, un hombre que defendió dentro del PSP la postura insurreccional de Fidel y el Movimiento 26 de Julio.
Otra experiencia con derivaciones graves para la unidad fue el caso de Marcos Rodríguez Alfonso, el delator de los jóvenes del Directorio 13 de Marzo, asesinados el 20 de abril de 1957 en Humboldt 7 en La Habana. El traidor le habría confesado su crimen a alguien dentro del PSP. Ante escollos y circunstancias adversas, Fidel siempre propuso fórmulas de creación.
Fue un tránsito con el latido de la Revolución. Primero fueron las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). Luego se constituyó el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC). Y el 3 de octubre de 1965 se anunció el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, ese que la Constitución aprobada por el pueblo cubano reconoce como martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana y fuerza dirigente superior de la Sociedad y el Estado.
Otra vez, los enemigos de la Revolución vuelven al gastado argumento de un Martí anticomunista. El signo de estos días consagra el Congreso de la continuidad. Baliño, el reconocido amigo comunista del Apóstol, le contaba a Mella una idea digna de la oralitura martiana, sobre la revolución grande que se haría en la república. En esa tarea anda aún el Partido de Fidel, despertando a los dormidos, echando su suerte con los pobres, como hicieron Marx y Martí.