El 28 de enero de 1853, nacía en la Calle Paula número 41 el primogénito del matrimonio de Doña Leonor y Don Mariano, al que nombraron José Julián Martí Pérez.
Apenas pasaba el año y la tierra fecunda en su seno a una de las grandes figuras de América. Humildad, sencillez y pasión por sus semejantes fueron valores representados en aquel niño sensible y carismático dotado de gran talento al comprender los actos más sublimes de su época.
La obra del Apóstol es reflejo de la amplitud y universalidad de su pensamiento; en ella fue capaz de exponer el acontecer histórico y examinar fenómenos económicos, políticos, sociales y culturales con un alto grado de veracidad.
Leer a José Martí es beber de un manantial inagotable de valores humanos. Su pensamiento profundo y revolucionario, se refleja en la obra que legó a las nuevas generaciones de cubanos para bien de la patria. El gran ideólogo de nuestra América se convirtió en patrón a seguir para los pinos nuevos, por los cuales entregó todo con orgullo y satisfacción del deber cumplido, con la certeza de que un mundo mejor es posible.
Martí sigue siendo inspiración de humildad, entrega y sabiduría. Su pensamiento progresista trasciende en las nuevas generaciones como dueños de su propia riqueza y en la voluntad de no ceder en el empeño de conservar la libertad de Cuba.
El maestro fue de su tiempo y es también del nuestro, y seguirá existiendo como un hombre de todos los tiempos porque por la trascendencia de su vida, su ejemplo como patriota, significación y vigencia de los principios es fuente de motivación y enseñanza. Ese es nuestro José Martí, El hombre de La Edad de Oro.
Para el profesor universitario, periodista y diplomático cubano Héctor Hernández Pardo, el movimiento juvenil martiano está muy ligado a una idea estratégica que manejó desde muy temprano la Unión de Jóvenes Comunistas.