Crónica de un día cualquiera

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Los detalles que marcan un día en ocasiones quedan en el anonimato.  Pueden ser grandes o pequeñas acciones pero están ahí a pesar de no tomárseles en cuenta, de no reconocer su trascendencia.

El hecho que me inspiró a escribir tuvo por escenario el Policlínico Felo Echezarreta, conocido en San José de las Lajas como Policlínico del Este. Era una mañana cualquiera de estas últimas, donde la mayor concurrencia a esa institución de la salud obedecía a fiebre continua, más en adultos que en niños.

El área limpia, impecablemente limpia aún cuando el baño es lo primero que una encuentra cuando acude al Cuerpo de Guardia. El personal, médicos muy jóvenes, rostros apacibles, que desde la mirada ya propiciaban el primer alivio; luego las preguntas, la observación; ese era el comentario de los pacientes: ¡Que buenos son¡

Pero también en aquella sala de espera dos personas que llamaron mi atención. Un hombre mayor, que tal vez sobrepasaba con creces los 70 años, alto pero ya con esas señales de haber apreciado muchas lunas y soles, su porte revelaba que fue un hombre apuesto y elegante.

Junto a él, un muchacho de unos 15 años, delgado, con rostro pleno de esa armonía que habita en quienes empiezan a contar lunas y soles, con la paz de los que son buenos por que sí, perceptible desde cualquier distancia. Ambos estaban allí, solo que esta vez era el nieto el que acompañaba a su abuelo.

Ternura, comprensión y el mejor de los ánimos percibí en aquel muchacho que junto a su abuelo compartía la travesía de la espera, esa que tuvo en cuenta la realización de un examen de Rayos X y que marcó ese “detalle inspiración” de cuanto escribo.

No puedo decirles de qué hablaron, pero hubo eso, comunicación de la que siempre hace falta, de la que los adultos mayores requieren. Vi delicadeza y cariño, respeto. Vi a dos generaciones diferentes pero estrechamente unidas y es que los abuelos son importantes y merecedores de todo amparo y amor.

Ellos estaban ahí, yo podía haber precisado otros detalles, como  que requerí buscar una jeringuilla para facilitar un análisis que me harían y su ausencia forma parte de la cadena de carencias que tiene el Servicio de Salud Pública a cuenta del bloqueo, pero decidí aferrarme a una razón inspiradora, de esas que te hacen pensar como dice la canción que todo no está perdido.

Cultivar valores, ser sensibles, agradecidos, amar a plenitud a nuestros semejantes, puede cambiar el curso de la vida y por encima de carencias y lo adverso que nunca falta, hacer que la existencia sea bella.

No podemos desaprovechar la posibilidad que tenemos de tomar en cuenta los detalles que tatúan cada jornada; en ocasiones decidimos por aquellos que mortifican y,  desestimamos otros que muestran razones conmovedoras para salvar este tiempo.

 

 

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