Conceptos para explicar la transición hegemónica

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La llegada de Trump a una segunda presidencia de Estados Unidos confirma el drástico cambio en el escenario mundial. El avance de la derecha, la intensificación de las guerras de Ucrania y Medio Oriente y la proximidad de dramáticos conflictos comerciales entre las principales potencias acentúan las convulsiones de los últimos años.

Para evaluar esta traumática coyuntura en función de las grandes mutaciones subyacentes, algunos analistas del espectro progresista utilizan dos términos muy en boga: la transición hegemónica y la reconfiguración del Norte y el Sur Global. Ambas nociones han ganado centralidad para retratar la época actual.

La transición hegemónica tiene cierto parentesco con la tesis del auge y caída de los imperios, que concibe la historia contemporánea como una secuencia de liderazgos seculares y sustitutos desde el siglo XVI. Recuerda que las ciudades italianas fueron seguidas por Holanda, que posteriormente irrumpió Gran Bretaña y más tarde se impuso Estados Unidos. Contraponen ese listado de potencias victoriosas con el agrio destino sus decaídos rivales (Portugal, España, Alemania, Japón).

La actualización de esta mirada recurre al concepto de sucesiones hegemónicas, para indagar el cambio en curso. Postula que China obtendrá la conducción del sistema mundial haciendo valer su primacía económica, su incidencia territorial, su gravitación militar o su astucia geopolítica.

Pero la novedad de este reemplazo podría también radicar en cierta distribución del poder global. Una gestión multipolar concertada sustituiría al excluyente predominio unipolar del pasado. La transición hegemónica involucraría en ese caso, una reversión del mando que ejerce el Norte global sobre sus pares del Sur. El nuevo protagonismo de Oriente incluiría consensuadas modalidades de globalización inclusiva.

Ese histórico despegue del Sur en desmedro del Norte es interpretado en un sentido económico o político y no geográfico. Contrapone grados de desarrollo y no localizaciones en el mapa planetario y por esa razón Australia es situada en el Norte y Marruecos en el Sur.

Esta nueva dualidad entre ambos polos reemplaza el esquema precedente del Primer, Segundo y Tercer Mundo. En esa divisoria se inscribía a los países capitalistas desarrollados, a las naciones ubicadas en el denominado campo socialista y a los conglomerados de la periferia. La implosión de la URSS provocó un reordenamiento de ese trípode, en torno a dos articulaciones globalizadas del Norte y del Sur que reconfiguran el escenario internacional.

En el plano económico la transición hegemónica es un proceso muy visible en el declive de Estados Unidos y sus socios occidentales. Ese descenso está determinado por el retroceso económico de la primera potencia, que en las últimas décadas ha sido el epicentro de agudas crisis financieras.

Esas turbulencias complementan la regresión competitiva de la industria estadounidense, que está muy afectada por su decreciente productividad. Por esa razón se afianza en la Casa Blanca la tendencia a recrear el proteccionismo y a rehuir la suscripción de nuevos tratados de libre comercio. Washington sabe que en esos convenios perderá frente a Beijing.

El retroceso industrial norteamericano ha incrementado la tradicional tensión entre los sectores globalistas de las costas y los segmentos americanistas del interior del país. Esa división de las clases dominantes se acentúa junto a la pérdida de preeminencia económica de la primera potencia.

La transición hegemónica en el plano económico se verifica también en el polo opuesto de China, que ha logrado impactantes avances en las últimas décadas. Esos resultados se explican por estrategias asentadas en cimientos socialistas, complementos mercantiles y parámetros capitalistas.

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