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Como me lo contó un campesino

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El presidente cubano, Fidel Castro, se hizo daño en una rodilla y posiblemente en un brazo al caerse al suelo el miércoles por la noche tras pronunciar un discurso en la escalinata del mausoleo del guerrillero argentino-cubano Ernesto "Che" Guevara en la ciudad de Santa Clara. En la imagen, Castro se dirige a la audiencia durante una graduación de instructores de arte en Santa Clara el 20 de octubre de 2004. REUTERS/Claudia Daut

El campesino Luis Miguel Sosa Hernández con 78 años tiene mucho que agradecerle a Fidel. Él nos cuenta su historia con lágrimas en los ojos por la pérdida de ese amigo entrañable que lo convirtió en ser humano, según sus propias palabras.

Anécdotas para recordar.

“Yo viví en el campo y trabajaba para un parcelista en la zona rural de Cayo Mambí, en la antigua provincia de Oriente.  Mi esposa, mis 7 hijos y yo apenas nos alimentábamos bien. Todos mis niños estaban desnutridos. En aquella época el mayor tenía 14 años y la más pequeña solo tres añitos”.

“Las condiciones de mi vivienda eran pésimas – sigue contando Sosa Hernández- pues los bohíos se desbarataban cada vez que el clima se estropeaba, cualquier viento nos tumbaba el techo de hojas de palma y teníamos que guarecernos en las cuevas, hasta que pasara el temporal”, recuerda el campesino.

“Pero lo difícil fue cuando llegó el ciclón Flora, no quisiera ni acordarme, fue cuando a Manuela, mi mujer, la atacó un asma muy violenta y murió sin recibir ayuda, pues el hospital nos quedaba muy lejos, yo quedé a cargo de todos mis hijos y sin un techo fijo donde vivir”.

Y se hizo la luz

“Sin imaginármelo siquiera, un día al amanecer, una luz me iluminó y me sentí bendecido. Era Fidel en persona que apareció allí con sus botas llenas de fango y su uniforme verde olivo, y su sonrisa” –, el campesino hace un alto en nuestra conversación porque el nudo en su garganta no le permite seguir.

“Bueno… qué le pudo decir. Fidel me puso la mano en el hombro y me llevó a donde esperaban cientos de campesinos con sus familias para trasladarnos a la zona urbana del pueblo, donde nos posibilitaron las condiciones para vivir, después vino la Reforma Agraria y se acabó el abuso de los terratenientes, mejoró mucho la vida de todos”.

“Entonces todos aprendimos a leer y a escribir con la Campaña de Alfabetización. A mí me parecía mentira cuando leí aquella primera oración, que después supe que eran palabras de José Martí: Un pueblo culto será siempre un pueblo libre…”.

La realidad de este tiempo

Gracias a Fidel hoy la realidad del campesinado es diferente. El hijo mayor de Luis Miguel Sosa Hernández es Ingeniero Agrícola por la posibilidad que tuvo de asistir a la Universidad. Vive con su padre que es miembro de una cooperativa, cederista y destacado en el quehacer de los integrantes de la Asociación de Agricultores Pequeños, organización creada por el líder histórico de la Revolución Cubana.

El reto  

“A Fidel le juramos defender la Revolución porque en ella están nuestros sueños cumplidos y los que se materializarán después. A este gigante del pueblo cubano le entregaremos todas nuestras hazañas”— con estas palabras concluyó su narración este hombre humilde, que como tantos cubanos, prodigará su agradecimiento infinito al querido Comandante.

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