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Carlos Baliño en la oralitura hermosa de su pueblo

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El precursor en Cuba de las ideas marxistas no fue un teórico en el sentido tradicional de las palabras. Carlos Baliño López no dejó en textos el magnetismo natural del pensador deslumbrado por la doctrina de la emancipación del trabajo. Fue además un poeta, para quien se cumpliría también aquella idea posterior del hábil jardinero de los días.

Carlos Baliño López tiene un sitio en la historia, que la disquisición significa en el documento patrimonial. Hemos de encontrar capítulos suyos en los archivos, donde el fuego de la fundación tiene un registro indispensable. En ellos, el oficio de la memoria inscribe sus hallazgos.

Un ejemplo: aunque el acta bautismal de Carlos Baliño López apareció en una iglesia de extramuros de La Habana –dice Rebeca Figueredo Valdés, la historiadora de Guanajay—el hombre nació el 13 de febrero de 1848 en ese pueblo que fue pinareño, luego habanero, y ahora de la joven provincia de Artemisa. Sobre ese tema discurren a cada rato desencuentros y polémicas, pero en alguna nota por allá, en otro verso por acá, el amigo de Martí y de Mella dejó en blanco y negro que esa comarca fue su tierra natal.

El propio Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, denotaba ese punto de unión entre el Apóstol y la generación que hizo renacer la conciencia nacional de Cuba. A cada rato aparece el criterio de un Martí enemigo irreconciliable del socialismo.

En su obra se encuentran hitos esclarecedores, sobre todo el que dedicó a Karl Marx en su muerte en marzo de 1883. La cercanía afectiva de Martí y Baliño echa luz sobre esa arista tan discutida. Mella fijó para el futuro el testimonio de Martí, desde el recuerdo del amigo: revolución no es solo la que se haría en la manigua; la más grande acontecerá en la República.

Tras asumir la presidencia de la República en mayo de 1925, el general Gerardo Machado Morales se jactaba de la guerra a muerte contra los revolucionarios, principalmente los comunistas. Enfermo de cáncer, Carlos Baliño López fue instruido por la temible Policía Judicial del sátrapa en su casa en La Habana.

Por lo visto, el tirano no quería una muerte tranquila para el amigo del Apóstol y de la criatura más idealista del amanecer de la esperanza en los años de la década de 1920. Y así, librando un combate moral contra la injusticia, falleció Carlos Baliño López el 18 de junio de 1926, aquel líder que concibió una casa en los libros, en la lealtad, en la oralitura hermosa de su pueblo.

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