Tal parece que nuestros ancestros fijaron su cultura en la toponimia para remontar las criptas de los siglos, y construir un palacio en la memoria. Y el vocablo arahuaco Camoa fue siembra en el relieve para perpetuar lo real maravilloso del Caribe, siglos después de las fraguas de Vulcano, como escribió el poeta. Y a la vera de la sierra de colinas con ese nombre antiquísimo, nació la comarca capital de la más joven provincia de Cuba, que tendría el proyecto homónimo de radiodifusión.
Y aunque Radio Camoa llega a la notable cifra del medio siglo, a pesar de que después de aquel febrero de 1972 se sucederían otras tantas emisoras en su cercanía geográfica y en el resto del archipiélago, aún se le reconoce como un núcleo laboral de corta edad, conectada inevitablemente a un grupo etáreo empecinado en soñar una futuridad lejana, de pródiga energía, inquieta y vital. Sorprende que jamás el paso de los años haya podido desfasarle la juvenilia a Radio Camoa, que hasta aquellas voces depositarias de la más reconocida experiencia, lleven consigo los colores de una mocedad inexorable.
Como voz de la capital de Mayabeque, Radio Camoa tiene ante sí la responsabilidad de contribuir desde su programación a construir una identidad, dentro del suceso inacabado de lo cubano. La emisora de la vieja sabana de caballos, debe conectarse con las tradiciones de fundición, de repentismo, de agricultura y de desarrollo científico. En sus 50 años de existencia, ha devenido foro de seres poseídos por tales oficios y saberes, para perpetuarse en el conocimiento y en la admiración de los suyos.
Y desde que las denominadas nuevas tecnologías se hicieron de un lugar en el tiempo de Radio Camoa, el colectivo realizador viene inscribiéndose en las redes, multiplicándose en aplicaciones y en un discurso no tradicional.
Ahora sí vale la imagen de darle la vuelta al mundo, llevar la alegría, la verdad y la esperanza de los lajeros a todas partes, de realizar el probable sueño de los antepasados arahuacos de que a partir del topónimo Camoa, se pueda facturar un mañana con la vibración que animó a la cubanidad en su amanecer.