Camilo Torres: el fusil y el evangelio

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Tejer la urdimbre de la unidad con los hilos de la vida en el peligro perenne: ahí radicó la tarea portentosa del Padre Camilo Torres Restrepo, a quien suele definírsele como “el Che de los Cristianos”. Todavía recorre los surcos del tiempo sin frontera (como dice el verso amigo) la imagen del cura que lleva en el bolsillo de la sotana un libro de Santo Tomás de Aquino, y en el de la izquierda, un texto de Karl Marx.

Como se sabe, al morir en combate el 15 de febrero de 1966, aún no habían circulado los títulos ejemplares del peruano Gustavo Gutiérrez Merino ni del brasileño Rubem Alves. Esa circunstancia, convertiría al Padre Camilo Torres Restrepo en precursor de la Teología de la Liberación. En consecuencia, su célebre Mensaje a los Cristianos, supone un antecedente importante de esa corriente política, que reclama una interpretación creadora de los evangelios.

Pareciera un anuncio para las tierras de este lado del mar. Un peruano, José Carlos Mariátegui, hablaba de hacer del Marxismo creación heroica. La Teología de la Liberación hace lo suyo al pedir la opción preferencial por los pobres desde las ciencias humanas y sociales,

En el ya aludido Mensaje a los Cristianos, el Padre Camilo Torres Restrepo sugería quitarles el poder a las minorías privilegiadas, para dárselo a las mayorías pobres .No se piden pacíficamente los derechos, ni se pronuncia una oración tranquila. El Paraíso estaría en la Tierra, y se precisa demasiado valor para conquistarlo, para hacerlo a imagen y semejanza de los millones de desposeídos.

Por el justo centro de la historia de Colombia, transita el peligro permanente de morir asesinados que enfrentan los líderes sociales. Es una relatoría perversa, en la que aparecen ya miles, donde se reúnen el tiempo de Gaitán con los que caen todavía hoy, alevosamente ultimados después de creer en la paz y de sinceramente ejercitarla.

Para muchos, era necesario proteger al Padre Camilo. Y se pensó en ocultarlo en el monte, en las guerrillas, en la hermosa paradoja de los revolucionarios dispuestos a no dejarse arrancar tranquilamente la piel, y también a morir.

Y para quien sembró la palabra en la urgencia de luchar, no le era dable solamente contemplar la batalla. Y a eso fue el sacerdote guerrillero aquel 15 de febrero de 1966, a la conocida emboscada de Patio Cemento contra la Quinta Brigada de Bucaramanca.

Y al recoger el fusil de un soldado muerto, cayó fulminado por una bala. También la unidad se teje con el legado del buen pastor, que la trova de las revoluciones hace canción: “¿Por qué no unirnos, sí, por qué, si ya se unieron el fusil y el Evangelio en las manos de Camilo?”

 

 

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