¿Ser o no ser competitivo?

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Noel es un adolescente de 14 años muy competitivo; a su corta edad no deja espacio para el fracaso. Es un gran corredor de distancias cortas pero su obsesión por ganar siempre y ser el mejor no le permite disfrutar lo que hace.

Él es extremadamente preocupado por sus resultados, evalúa su rendimiento deportivo en términos de todo o nada y esta actitud tan drástica le ha traído problemas relacionados con la baja autoestima, estrés yescasa tolerancia a la frustración. 

Ante la situación que vive Noel, algunos se preguntarán ¿Ser competitivo es bueno o malo? En mi opinión lo negativo de esta cualidad   es la obsesión que no le permite asumir sus errores y aprender de ellos y le impide disfrutar a plenitud lo que hace. 

Los sentimientos de competitividad ayudan a la superación personal, a mejorar en ciertas áreas y a dirigir todos los esfuerzos   no solo a ganar siempre sino también a perfeccionar el desempeño propio. 

Esto puede lograse desde edades tempranas si la educación es dirigida a valorar esfuerzo y resultados, si no se castiga por los errores y sobre estos se inscribe la enseñanza de tomar la experiencia para perfeccionar cuanto se hace. 

Ser competitivo no es un defecto mientras no se convierta en una obsesión, corregir y aprender de los equívocos, medir habilidades con compañeros o amigos con el respeto a los logros de cada quien permite fortalecer destrezas y define la personalidad. 

A Noel le queda un largo camino por recorrer, en su familia y profesores está la responsabilidad de contribuir a que la competencia sea un disfrute, en el que por supuesto primen la buena voluntad y la responsabilidad pero sin convertirse en una obsesión desafortunada que afecte el comportamiento y el equilibrio del atleta.

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