Vuelvo al encuentro con José Martí

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José Martí murió un día como hoy hace 121 años. Fue en el campo de batalla, de cara al Sol.  Sobrepasaba apenas las cuatro décadas de vida y la inmensidad de su hacer lo distingue como el más universal de los cubanos.

Hablar del maestro, es siempre orgullo y compromiso; orgullo por contar en nuestra historia con su legado, con esa impronta que es luz para el buen camino. Compromiso, porque basta acercarse a su obra para sentir la necesidad de mejorarnos.

Me gusta llegar al maestro, porque descubro que siempre aprendo y es como acudir a una clase imprescindible. Encuentro a quien sumó al verso apasionado el amor a la patria y las ansias de independencia, alguien que descubrió anticipadamente el peligro que asechaba a la mayor de las Antillas, la ambición enardecida en el norte cercano y las sobradas razones para disponer lo mejor del pensamiento en una guerra necesaria que pusiera fin al oprobio.

Fue Martí el amigo sincero que cultivó la amistad como delicada planta que requiere del agua diaria para mantenerse altiva, conoció desde muy temprano el horror del presidio y sintió en su piel el dolor y la miseria humana que acribilla y mata sin piedad.

Encontró en la palabra la luz para incentivar amor y voluntad, conciencia, unidad y principios; así legó a la posteridad un caudal de experiencia y percepciones que llegan a este siglo urgido de la virtud.

A Martí no podemos acudir solo en enero en que su aparición en este mundo marca el paso de una estrella, o en mayo cuando el adiós frenó su existencia; beber de su sabia ha de ser constante, como alimento vital para el alma, como incentivo para el espíritu.Hay tantos valores reunidos en su obra que bastaría una vida entera para apertrecharse de esa tanta fuerza divina que nos hace falta.

Descubro al apóstol desde la estatura que permiten deducir los oleos que lo muestran de pie, pero más allá de esa mirada y sin ánimo de santificación alguna, lo percibo desde la franqueza de quien no necesitó el grito para avivar la pasión ni sostener sus razones, lo imagino desde la voz respetuosa y altiva, tierna y vital, serena y decidida pero plena de toda fuerza.

Fue el periodista que tuvo en su pluma la herramienta oficiosa unida al fértil pensamiento dispuestos a la causa mayor a la que consagró cuerpo y alma: la libertad de Cuba. Fue quien escribió ayer para hoy y mañana porque la clarividencia de sus ideas trasciende siglos y se apropia de la perpetuidad por su luz. Martí nos enseña que Patria es siempre trinchera de ideas desde el medio en que nos encontremos, basta solamente sentir desde el alma el deber con la verdad y la justicia.

Asiste a quienes hacemos periodismoimpregnarnos de su sabia, asumir esa herencia prodigiosa que nos dejó como alimento purificador al alma para ser mejores personas y como tales más óptimos en la defensa de los sueños, más diestros en el batallar por la justicia, más unidos, porque desde la paz hay que preservar la armonía, el respeto y siempre el amor.

Vuelvo al encuentro con José Martí este y todos los días.

 

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