El perpetuo arcoiris que describió el Maestro: eso fue Violeta Casal. Radio Rebelde era ya la gama repartida del heroísmo desde la Sierra Maestra. Aquella mujer entrañable le confirió la luz numerosa de su talento. Las Marianas escribían desde antes su propia página de gesta. La voz de Violeta sellaba para siempre el trabajo como itinerario, la lucha como taller, la emancipación como destino.
En el morral del artista van sin falta los cuantos de libertad: la cultura, la sed de instruir y de sensibilizar. El desamparo ancestral de las lomas, le cultivó el oficio de la enseñanza.
Quería ser maestra, como quien quiere borrar la bruma con un estallido de la lumbre. Fidel le encargó la tarea de la locución en la primera emisora guerrillera de la historia. En definitiva, ese es el oficio que difumina saberes a partir de la más hermosa conquista: la palabra.
En el primer número del periódico Patria de Martí, aparece el principio como un templo: “La verdad llega más pronto a donde va cuando se la dice bellamente”. Animaba a Violeta otra trinidad sacra para encarar la empresa: la literatura, la pedagogía, el ejercicio de las tablas. Dicen que en la radio despuntaba como una de las mejores actrices de Cuba.
El profesor Franco Carbón repetía una y otra vez que el valor más grande de una voz sobreviene cuando identifica a la emisora de su corazón. Violeta permanece además como una hoja de ruta para el entrenamiento foniátrico, el claro ejemplo de interpretación de un mensaje que asombraba al mundo por sus hazañas. Allí, en la tribuna improvisada de la guerrilla, tejió la urdimbre de un estudio indispensable.
La locución, se sabe, es la escuela que no termina, que no se apaga nunca. Otra vez el horizonte supone la Utopía. Como todo legado, constituye un foco esencial para la audición analítica, como recomienda la musicología en el panorama sonoro. El registro de aquellos días gloriosos en las montañas, deviene documento de altísimo valor patrimonial. Siempre será útil avisar al oído. Ahí habría, sin dudas, lecciones de articulación, de dicción, de intención psicológica.
En el orden cultural de la nación, permanece pendiente estructurar una eficiente política lingüística que preserve la vigencia de la variante cubana del idioma español. En estos tiempos del proceso civilizatorio informático global, prevalece el papel de los medios de difusión como el canon del buen decir.
En los confines de la Sierra Maestra, que la propia Violeta anunciaba como territorio libre de Cuba, amanecía entonces un proyecto más de ideas que de fusiles, para enfrentar el enorme desafío del colonialismo cultural que impone el poder hegemónico del planeta.
Como hermosa sinestesia, perduran los colores de aquella voz. Todavía conmueve la expresión personalísima, que parece nacer de un conocimiento profundo de la naturaleza humana. De cualquier lugar, de todo el tiempo posible.
Para algunos, las redes que se esparcen casi a lo infinito son el canto de cisne de la locución. Desde su dimensión sin fronteras, Violeta aún trabaja, lucha, inspira y no se cansa jamás. Abraza, alerta, dispone nuevo quehacer. Tenemos buenas razones y grandes nombres para seguir.