Versos Sencillos: la hermosa profecía poética

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Los Versos Sencillos del Apóstol se inscriben dentro de lo más querible y hermoso de nuestras lecturas. Con ellos coloreamos el amanecer de la existencia, crecimos como seres humanos, cultivamos esperanzas y alumbramos deberes. En el texto se halla la eternidad que se adelanta, prometida por el autor.

El libro parece iniciar sus pasos por la ciudad mundo en octubre de 1891. Es la fecha que la historiografía logró precisar, aunque por lo visto, ya había salido de la imprenta unos meses antes. José Martí fijó solamente “Nueva York.1891”, pero en su epistolario concurre la precisión.

Aparece en una carta a su amigo mexicano Manuel Mercado de febrero del año siguiente. En ella se consigna que el libro fue impreso en el propio mes de la ruptura con su esposa Carmen Zayas-Bazán y de la partida de su hijo, un hecho ocurrido el 27 de agosto de 1891. Y el hermano queridísimo fue una de las dos personas a quienes les dedicó este poemario imprescindible.

El otro resultó ser su amigo Enrique Estrázulas, el pediatra y diplomático uruguayo, quien parece haberlo vinculado al trabajo del consulado oriental en los Estados Unidos. Con frecuencia se habla de la enorme confianza del médico sudamericano en Martí, sobre todo por aquella carta donde se extiende en detalles de su pasión por la hija de un amigo.

Aquel endecasílabo de Eliseo Diego, “esta es la plenitud, el tiempo entero”, pudiera definir el calado del poemario, la factura estilística, la universalidad del pensamiento del autor. Versos Sencillos confirma a José Martí en el canon literario hispanoamericano, remontando tendencias literarias y límites de siglos.

A menudo se aluden esos autos de fe de los primeros versos: “Yo soy un hombre sincero/ de donde crece la palma”. El sujeto lírico canta desde la franqueza y el juicio más transparente, en un intenso latido de amor por la Patria. Pero las señales están desde el mismo prólogo, ante el peligro “de un nuevo amo disimulado”, la mayor angustia entre tantos sinsabores y penas. 

Remontar su destino de cara al Sol

El exordio, también poesía, es una alerta sobre la variedad temática: el susurro de la abeja, el rugido del mar, la ola que revienta en la noche oscura contra las rocas del castillo ensangrentado. Y ahí vuelve el héroe a la sencillez de su propuesta. Recuerdo el criterio del musicólogo cubano Danilo Orozco sobre Mozart y el clasicismo vienés: “Es tan sencillo y transparente, que se hace muy difícil”.

Cada palabra en Martí cobra un sentido nada casual. Nuestra América y Guerra Necesaria son denominaciones ejemplares. Como siempre, el adjetivo desde él plantea un concepto. Y aquella propuesta presuntamente sencilla, definió desde entonces un camino nuevo de figuras literarias en las estructuras populares.

El poemario se ajusta a la cuarteta y a la redondilla, con el ritmo octosilábico de la lengua española. En tanto unos hablan de décimas truncas, otros se aventuran a yuxtaponer estrofas con un quinto y un sexto versos para completar la espinela.

Es un ejercicio que no se circunscribió solamente a la famosa Guajira Guantanamera, de Joseíto Fernández. Los Versos Sencillos constituyen un suceso sonoro de consabida belleza, por lo cual se encuentran repartidos en la canción. Mientras la trova vaya en triunfo en la sangre del pueblo, las seis cuerdas acompañarán en suerte esa poesía que sale del corazón.

Versos Sencillos se publicó en un momento de febril actividad revolucionaria del autor. Pertenece al instante de Nuestra América, de los célebres discursos Con todos y para el bien de todos y Los Pinos Nuevos, de noviembre de 1891 en el Liceo Cubano de Tampa, de los preparativos para fundar el periódico Patria y el Partido Revolucionario Cubano.

Y terminó encendiendo la estrella apagada que cayó frente a su puerta. Y en hermosa profecía poética, permanece echando su suerte con los pobres de la Tierra, en el perpetuo ir y venir de todas partes, útil, vertical, irremediablemente vivo en la tarea de remontar su destino de cara al Sol.

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