Me cuenta que desde muy pequeña escuchó las primeras canciones de ese género en la voz de su abuelo acompañadas del laúd; más tarde su mamá y una maestra descubrieron en ella condiciones para el canto, pero su llegada al mundo de la poesía oral improvisada fue de manera fortuita en el 2009 cuando el azar trajo hasta el Centro Mixto “Enrique Hart Dávalos” la convocatoria para un curso de repentismo.
“Yo no sabía nada de décimas, ni rimas, me gustaba cantar y me atraía la música campesina…”, me cuenta, mientras sonríe, con la ingenuidad a flor de piel de sus 14 primaveras.
“Hoy sé que puedo contribuir a mantener viva esta tradición campesina y poner en alto el repentismo cubano, desde mi voz femenina que me da el privilegio de cantar tonadas, como muy pocos hombres, porque las mujeres tenemos una voz más fina y podemos alcanzar tonos más altos y así comunicar mensajes de amor, patrióticos e históricos”.
Al decir de esta joven, el repentismo le ha aportado sabiduría al incorporar la lectura a su estilo de vida como vía para ampliar el vocabulario, es la oportunidad de conocer lugares donde este género es pasión, estar muy cerca de la naturaleza, además de disciplinarse y de cierta forma adquirir habilidades para las matemáticas al jugar con la métrica de los versos en cada décima.
Brenda acumula numerosos premios en redondillas, tonadas y otras variantes de la poesía oral improvisada y tuvo el honor de publicar una de sus décimas en el boletín “La voz de Alejandro”, iniciativa de la Dirección de Cultura Municipal como parte de las actividades para saludar el 90 cumpleaños del líder histórico de la Revolución Cubana.
Muy pocas féminas defienden este género de raíces profundas en el campesinado cubano. Esta joven conoce la responsabilidad que asume al hacerlo y aunque aspira interpretar toda clase de música, confiesa que no podrá abandonar el repentismo porque como las palmas en el campo, esta melodía está arraigada en ella.