Una cumbre tan irreal como la “democracia” que defiende

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Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores

La cumbre virtual convocada por el gobierno de Estados Unidos el pasado 9-10 de diciembre, con discursos pregrabados de los invitados y una agenda totalmente manipulada, fue un ejercicio demagógico, con beneficio nulo para la comunidad internacional y sin propuesta alguna para solucionar los problemas más acuciantes del mundo que compartimos.

Como artificio político, solo sirvió para mostrar el creciente aislamiento, la enajenación y la pérdida de influencia de la nación más poderosa del planeta. En sentido práctico, el único resultado aparente es el compromiso de destinar 400 millones de dólares a la subversión política de estados soberanos en franca violación del derecho internacional.

Han pasado algunas horas desde que finalizó el evento y ya pocos son capaces de explicar o recordar qué sucedió allí.

El gobierno estadounidense perdió la oportunidad de convocar a un encuentro inclusivo, promotor de la cooperación y de la búsqueda de soluciones a cualquiera de los problemas que con más apremio y gravedad impactan la vida de la mayoría de la población del mundo.

No tuvo la voluntad de aunar esfuerzos para enfrentar el hambre, la desnutrición, la pobreza y crecientes desigualdades, la insalubridad, los problemas migratorios, el narcotráfico, el crimen organizado y transfronterizo, la carrera armamentista o el cambio climático. No concibió siquiera la idea de convocar a los líderes del mundo para debatir y articular una respuesta concertada a la pandemia de la COVID-19 y otras enfermedades transmisibles. Y es que Estados Unidos no puede aportar soluciones mientras sus políticas sean parte esencial de tan graves problemas.

Con gran demagogia, convocó al encuentro irreal bajo el tema de la “democracia”, asumida como la defensa del capitalismo y aplicable únicamente a gobiernos que no desafíen la autoridad hegemónica de los Estados Unidos. Tal fabricación pone en clara evidencia el verdadero propósito divisionista y el interés en desviar la atención mundial de los graves problemas que enfrenta hoy la sociedad y el sistema político estadounidenses.

Un país donde el dinero pesa más que la voluntad popular de los ciudadanos, en el que se promueve la venta libre y uso irresponsable de armas letales, la intervención y la injerencia en los asuntos internos de Estados soberanos, donde el racismo es sistémico y la guerra constituye el negocio más lucrativo, no tiene nada que enseñar a la comunidad internacional.

Como Cuba ha venido alertando, el gobierno estadounidense protagoniza una campaña peligrosa, dirigida a crear un cisma internacional, a dividir el planeta y a castigar a los países que defienden proyectos progresistas o no aceptan los modelos impuestos por los Estados Unidos.

Pretender imponer una única receta aceptable de sistema político a todos los países es, en sí mismo, profundamente antidemocrático. Es contrario a la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada en La Habana por todos los países de nuestra región, que establece el compromiso de respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones.
Esa visión torcida es la que los lleva a actuar al margen de las Naciones Unidas, donde sufren creciente aislamiento por sus reiterados desafíos a los principios de convivencia civilizada, respeto al multilateralismo y a la autodeterminación de los pueblos e igualdad soberana entre sus Estados Miembros, conceptos que hoy resultan inaceptables para los gobernantes estadounidenses.

No se invitó a más de 80 países, incluida entre ellos Cuba, y no sorprende, porque somos una nación que durante casi 63 años ha rechazado exitosamente la pretensión estadounidense de subyugarla y ha defendido con eficacia su derecho inalienable a la libre determinación. En una cumbre destinada a promover el capitalismo, y el papel central y dominante de los Estados Unidos en su fomento, no se debe esperar la presencia de Cuba socialista.

En la cooperación para encontrar solución a los graves problemas del mundo, la comunidad internacional podrá contar siempre con nuestro concurso, con el aporte constructivo, activo y solidario de los cubanos para la búsqueda de consenso, para unir voluntades, para enriquecer y beneficiarse de la diversidad y privilegiar lo que nos une en lugar de lo que nos separa. La trayectoria internacional de los últimos 60 años avala esa afirmación.

El mundo reclama paz, desarrollo, justicia, solidaridad, cooperación y confianza mutua. No se beneficia con la división, la selectividad y las imposiciones unilaterales.

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