Un parque es un fiel testigo del tiempo. Abraza razones, sucesos, es refugio para quienes buscan encontrarse a sí mismos, también un sitio apropiado para el encuentro de amigos y de enamorados.
Cuidar estas áreas es tarea de todos, es preservar ese espacio que siempre nos aguarda en silencio y dispone su tranquilidad como cómplice para que la estancia sea provechosa.
En San José de las Lajas en la calle 48 entre 54 y 42 está el parque El Caracol. A diario le observo, y en más de una oportunidad he visto a adultos mayores compartir saberes de literatura, también a otros que llegan hasta allí para hacer ejercicios y después conversar.
Y es que el parque El Caracol, como ya muchos le llaman es un sitio agradable, pequeño, pero acertada cuna de vivencias que motivan el sentido de pertenencia, la preferencia y el amor por el lugar donde vivimos.
Al observarle en medio de la quietud que le habita insisto es sumar voluntades para que prevalezca su belleza, esa que distingue a las caracolas como testigos omniscientes de cada suceso, signo también de la historia local a la mano de ese amigo ineludible que es el tiempo.